Opinión

Un camba en Cochabamba

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7 de junio de 2018, 4:00 AM
7 de junio de 2018, 4:00 AM

Sin el menor pudor, sin el más mínimo sentido del ridículo, el presidente y sus corifeos viven buscando culpables de todo lo que les va mal. Si un enfermo se lamenta de un hospital, es porque un monstruo imperial le susurra al oído la maléfica idea de quejarse. Si a alguien le duele que azoten a marchista indígenas, es porque el embajador americano le ha inyectado el virus de la oposición. Cualquier malestar es porque Doria Medina fabrica malestares y los distribuye en la calle a quien quiera recibirlos. Emisarios de cualquier imperio, mensajeros de políticos diabólicos, conquistadores de mundos lejanos nos dictan al oído lo que decimos y nos hacen callar lo que callamos.

El absurdo es tan grande, que el gobernador cochabambino está seguro de que el griterío atronador en los juegos Odesur se debió a un cruceño solitario y escondido que aparentaba ser la voz de 50.000 espectadores, mientras los 50.000 querían hacerlo callar, pero no se los escuchaba.
Debiéramos proponer al gobernador del valle y al Gobierno central que hagan el intento de pensar. No es tan difícil. El primer paso podría ser escuchar con atención el clamor que los rodea. Que por un momento dejen en el suelo los odios y frustraciones que guardan escondidos y escuchen la bulla real, como es, no como la manifestación diabólica que imaginan. Una vez comprendido el malestar, deberán sopesar, si fuera posible, que algún humano, por un momento, pensara así. Si se comprende la disconformidad, sin necesidad de acudir al mundo sobrenatural, no hay que buscarle otras explicaciones difíciles. El mismo reclamo pudiera darles pistas. Si no, repasen las medidas tomadas por su Gobierno y las que nunca tomaron, el uso transparente de los recursos que tuvieron y los frutos obtenidos, las genialidades que han dicho, el respeto que han mostrado por las leyes o por algún referendo, por el sentido común, por la gente. Revisen si saltaron instintivamente ante las corrupciones o si pudo parecer que las toleraban. Es posible que descubran unas cuantas razones para la rebeldía.

¡Que vino un cruceño gritando que Bolivia dijo no! Pregunten cuántos votaron No en Cochabamba. Fueron millones ¿Ya no están en Cochabamba? Hoy son muchos más los convencidos de aquel memorable no. Los gobernantes actúan con tanta sabiduría, que a diario siembran, abonan y riegan mayor descontento. Bien. Si nuestros gobernantes llegaran a descubrir que el desencanto es fruto de su gobierno, tendríamos una señal de que han empezado a pensar. Felicidades. Por 
hoy sería suficiente. Descansen antes de que les dé macurca mental.

Quizás convenga ejercitar también el corazón. Sería ideal que pongan la mano en el pecho y recuerden qué hacen, qué actitudes repiten, qué mensajes transmiten sus discursos, qué reacciones muestran que van desencantando a los que tenían grandes esperanzas, que van desesperando a los que creyeron en ellos. Fíjense si sirven a un pueblo o a sus propios delirios de grandeza.

Hablando del corazón, una pregunta ¿por qué tienen tan pobre opinión de la gente? El señor Canelas está convencido de que los cochabambinos son un rebaño de ovejas incapaz de pensar por su cuenta ¿Tiene que venir alguien desde afuera a recordarles el no que ellos dijeron? ¿Qué les ha hecho para que ya no sean los rebeldes y luchadores que siempre fueron? ¿Tiene que ir a El Alto un mensajero de Washington para contarles que no fueron ellos los que dispararon a su universitario? ¿Tiene que venir algún marciano para que descubramos que la candidatura de Evo Morales no es más que angurria enfermiza de poder?

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