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12 de octubre de 2018, 4:00 AM
12 de octubre de 2018, 4:00 AM

El amargo trago en La Haya durará años, décadas, aunque el vicepresidente intente igualar 12 con 3 en sus discursos ante escolares obligados a escucharlo. Enviar notas, hablar mal de los jueces, buscar premios consuelos, no cambiarán el veredicto.

En cambio, la nación se pregunta cómo funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores desde enero de 2006. Aparentemente, en la distribución de poderes, esta cartera fue destinada a dar una imagen internacional de un gobierno indígena. Fueron cancilleres David Choquehuanca, Fernando Huanacuni y sigue Diego Pary.

Ninguno de los tres tenía experiencia en diplomacia y escaso conocimiento del principal idioma del mundo, el inglés. Choquehuanca venía de un trabajo intenso con las ONGs y pudo viajar dentro y fuera de Bolivia. Sin embargo, era ignorante en el manejo de las negociaciones. Comenzó a desmantelar la Academia Diplomática y a botar a personal de carrera, formado y con capacidad; no tiene ni portal electrónico.

Peor aún, su exdirector en estos oscuros años, Esteban Ticona A., acaba de publicar algo inaudito: “incluso oí decir a muchos ciudadanos que no es raro que Chile haya pagado a los nueve jueces. Todo es posible, un mundo jurídico nacional e internacional sobornable”. ¿Se dará cuenta de lo que escribió? ¿Podrá probar lo que dice si alguien se anima a juzgarlo? Es el nivel bajísimo al que han llegado para justificar la derrota.

Varios de sus funcionarios protagonizaron bochornosas escenas en recepciones en alguna representación internacional en La Paz. Terminó como titular de una agónica ALBA. Nunca fue capaz de alentar relaciones internacionales plurales. No se difundieron los informes de la Contraloría sobre los muchos encuentros internacionales que organizó.

Huanacuni llegó a la Cancillería porque aparecía en un programa de televisión popular con sus ideas esotéricas. Su poco profesionalismo en el protocolo durante la Cumbre de los 77 más China lo sacó fuera, pero luego volvió en un enroque AGL/DCH. Hasta ahora no se ha explicado qué comportamiento personal tuvo al mando del Ministerio de Relaciones Exteriores y por qué no fue denunciado a tiempo. Debe rendir cuentas al país sobre sus acciones.

Las anécdotas sobre sus “hazañas” no son diferentes de otros masistas y podrían pasar desapercibidas. El problema es que no fue capaz de dirigir una cancillería que acompañe a la negociación en La Haya. No fue capaz de completar desde su despacho lo que avanzaban los agentes especiales.

Mientras perdíamos las vías fluidas con los países vecinos, incluyendo los que nos compran gas, la Cancillería preparaba visitas de dictadores africanos que no tienen pisada en las naciones democráticas. Se les dio honores sin que Bolivia reciba ningún beneficio con ello.

Un extremo fue el acuerdo con Bielorrusia para fabricar armas. ¿Cuál fue el interés de las relaciones externas bolivianas para estrechar lazos con ese país? ¿Qué representa Bielorrusia en América Latina? El acuerdo firmado en 2016 fue luego ratificado por el Congreso nacional. Una vez más la senadora Adriana Salvatierra se encargó de hacer de lobista para un interés externo.

Al cerrar esta gestión, Bolivia está más aislada que hace una década y muy lejos del mejor momento de lo que fue Unasur. Tiene tensa amistad con Brasil, con Chile y con Argentina y tímidos saludos con Perú y Paraguay. Están suspendidas las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea ve preocupada cómo el voto boliviano defiende a Nicolás Maduro y a Daniel Ortega.

En vez, en la Cancillería se enseña más artes marciales que historia.

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