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Sueños de papel, pesadillas de piedra

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11 de agosto de 2019, 19:38 PM
11 de agosto de 2019, 19:38 PM

Hace dos semanas (01.08.2019) se ha publicado en el matutino EL DEBER una columna que puede parecer a algunos un catálogo de ingenuidad y, más probablemente, un manual de manipulación y técnicas para falsear los hechos y arrinconar al lector en un espacio de sentimentalismo y de renunciar al raciocinio y la lógica.

La nota, firmada por una persona cuya especialidad, conocimiento o experiencia en materia industrial, agrícola o de planificación y ejecución de negocios, privada o estatal, no se menciona en parte alguna, se esmera en convencer a los lectores de que los desastrosos resultados productivos, sociales, económicos y financieros de la Empresa Azucarera San Buenaventura (Easba) tienen que olvidarse o pasarse por alto, sumergiéndonos en lo que llama “el dulce sueño de San Buenaventura”.

Los datos, duros e inapelables como una roca, sobre esta empresa (o aventura) fiscal son que los 1.845 millones de bolivianos invertidos en su construcción (265 millones de dólares), resultan excesivos, comparados con la menor suma que han empleado inversores privados para poner en marcha un ingenio de similar capacidad que se halla produciendo a capacidad completa. En los 9 años de vida de Easba, acumula 243 millones de pérdidas, un patrimonio negativo superior a 257 millones, debido a que sus ingresos totalizan, en ese lapso, 80 millones y sus gastos alcanzan a 311, todo según cifras oficiales, recopiladas, verificadas por la investigación del economista Julio Linares, en julio de 2019.

El descalabro de Easba arranca con el hecho de que la disponibilidad actual de caña de azúcar, alcanza a 3.500 hectáreas de cultivo, cuando necesita 12.500 para copar su capacidad instalada. Al ritmo actual con que se ha alcanzado el área disponible actual, desde el año 2010, se necesitarían décadas para equilibrar la oferta con la demanda de materia prima, en un contexto de saturación de azúcar y alcohol, pese a lo cual ha obtenido un nuevo préstamo del Banco Central, por orden directa del Gobierno; esta vez para producir alcohol anhidro, pese a que los productores tradicionales se quejan de que YPFB no está cumpliendo sus compromisos de adquisición de ese producto para mezclarlo con la gasolina.

La nota titulada El dulce presente… nos invita a olvidarnos de todos los datos y cifras, proporcionados por las propias fuentes oficiales de información, para reemplazarlos por la acaramelada ensoñación que, según su autor, empaparía el alma de quienes viven o han nacido en el departamento donde se ha emplazado la industria estatal. De este modo podríamos autohipnotizarnos para no vernos afectados por los resultados directos, concretos y objetivos que anuncian que, en vez de dulces y sueños, bolivianas y bolivianos tenemos una dura y cruda deuda que pagar, que sigue acumulando intereses, igual que parte de las obras públicas que han edificado, con sobreprecios tan grandes como la deficiente calidad que verificamos a diario.

Los problemas de Easba se han identificado, comprobado y difundido, casi desde el inicio mismo del lanzamiento del proyecto. Lo verdaderamente nuevo y significativo que tiene el referirse a ella es comprobar que el programa electoral para la reelección del régimen consiste esencialmente en una colección de propuestas engañosas, con nombres pomposos como “núcleo energético del continente”, que terminarán de consumir las Reservas Internacionales en obras costosas, de dudosa utilidad y que solamente beneficiarán a los entes financiadores, a los constructores y proveedores foráneos, como a la insaciable burocracia parasitaria, que infla y alimenta los ‘dulces sueños”, al ritmo con que engorda sus cuentas privadas y corporativas, con el pretexto de hacer avanzar el “proceso de cambio”.

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