Opinión

Sin fotomultas y con cebras en extinción

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5 de noviembre de 2017, 6:00 AM
5 de noviembre de 2017, 6:00 AM
En el título no me refiero al equino africano, sino a las líneas ‘cebra’ (o zebra, ambas acepciones son aceptadas). Esas marcas peatonales abundan en las bocacalles de urbes civilizadas y en Santa Cruz de la Sierra van desapareciendo ¡Esta sí que es una ciudad antipeatón! Nada protege al que camina o cruza una calle… Y en los pocos lugares donde aún se percibe una descascarada cebra, nadie le da importancia ni la respeta. En su afán de seguir violando normas, una inmensa mayoría de automovilistas ignora las cebras y marcha sobre ellas, con peatón o sin peatón. Los caminantes tienen que hacer malabares o salir disparados al estilo palomas. Total, nadie controla.

Para impedir esa violación de cebras y mucho más, sirve la fotomulta, factor por el que insistí durante los 10 años (2002-2012) en que escribí los domingos como ‘Dominicus’. La fotomulta se aplica desde hace más de cuatro décadas, no es nada nuevo. Acá se impide su uso por afectar intereses vinculados con influyentes dueños de micros y de taxis. Esa es la pura verdad. 

Otros motivos para que se ‘extingan’ las cebras: pésima pintura y falta de mantenimiento. Esas líneas peatonales brillan por su casi total desprolijidad en el Casco Viejo, debe tenerse vista de lince para percibirlas. Por otro lado, ya fracasaron anteriores campañas para educar al mayoritariamente mal educado conductor cruceño, acostumbrado -con mínimas excepciones- a no respetar nada y a hacer lo que le venga en gana.

Habría que pintar las cebras con pintura asfáltica de primera calidad y de larga duración, no con cal barata, que en pocos días se borra por la lluvia o por la goma de los neumáticos. Además, no es cuestión de ‘convencer’ ni de ‘educar’ a conductores ya acostumbrados a la desobediencia, el desorden y la falta de respeto; hay que aplicar fuertes multas y no solamente para quien viola las líneas peatonales, sino para todo aquel que cruza un semáforo en rojo, estaciona donde no corresponde y, en fin, transgrede reglamentos elementales de tránsito y altera la convivencia ciudadana.

Claro que para imponer sanciones hay que activar las cámaras de fotomulta, ya que ellas prueban sin ninguna duda la infracción cometida. Ergo, no habrá presunción de inocencia ni ninguna avivada de leguleyos que salve al culpable de un fuerte castigo pecuniario respaldado -además- en abundante jurisprudencia internacional. Señores de la Alcaldía: pinten cebras y háganlo bien; activen las fotomultas, impongan autoridad sin dejarse amedrentar.

 
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