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9 de noviembre de 2018, 4:00 AM
9 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Acabo de releer una nota en Página Siete, un oncólogo que cuenta las penurias de un paciente. Un oncólogo que hace de esta especialidad una especie de madre Teresa de Calcuta, o de la nueva santa boliviana, Nazaria Ignacia. El seguro no cubre medicinas, quimioterapia, excepto algunos calmantes que con el paso de la enfermedad ya son inocuos.

¿Qué ha pasado con los hospitales de segundo, tercer nivel e incluso cuarto? ¿Qué hacen estos hospitales que suenan a grandes avances? ¿No es mejor que entreguen una aspirina como hace más de 50 años? ¿Dónde están los avances médicos para paliar y en muchos casos, curar esa enfermedad que es silenciosa muchas veces y otras tan ruidosa que ya cuando vas al médico estás con metástasis? Estas son palabras mayores. Ya es la sentencia de muerte.

¿Qué pasa con el sistema de salud? ¿Cómo puede ser que el tratamiento recomendado de quimioterapia esté sujeto a la medicina privada? ¿Cómo es que los calmantes, solo algunos los cubra el servicio?

¿No es una responsabilidad del Estado el cuidar de sus ciudadanos? ¿Se tiene que seguir aceptando que los hospitales sean esa especie de último recurso, porque para prevenir tienes que hacer colas desde las cuatro de la madrugada, e incluso así, es muy probable que no tengas un turno?

¿Cómo seguimos aceptando que se gaste en suntuosidades, cuando los temas de salud, vivienda y educación están siendo minados, por un no querer ver? Cuba, como dijo Rafael Puente, no escatimó esfuerzos en invertir en salud, en educación y en vivienda. Es más, con un bloqueo padre y señor mío logró avances solo encontrados en países del primer mundo.

¿Tanta plata del Dakar, tantos turistas que llegaron y gastaron, dónde está? ¿Cómo se gasta la plata?

En el Reino Unido, hicieron una encuesta sobre cómo querían que se gastara el dinero de los contribuyentes, y el orden fue salud, educación y vivienda social.

Parece que nosotros también votaríamos por esa opción. A no ser que estemos ya tan vacunados contra el sistema de salud y votemos por una privatización total de la salud como en los Estados Unidos. Seguro que nadie diría a esto que sí ni remotamente. Pero que prueben, ¡no ve qué!

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