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21 de julio de 2019, 4:00 AM
21 de julio de 2019, 4:00 AM

Avenida Camacho, 7:00 de la noche. La urbe paceña encierra el día. Centenas de personas buscan retornar a sus hogares. La calle, el espacio público por excelencia, es disputado de manera caótica por decenas de minibuses.

La gente circula por todos lados. Automóviles rugen sus motores y tocan frenéticamente las bocinas. Ciertamente así deber ser una esquina de Calcuta en la gigante India.

No se respeta ninguna norma. Es la selva de cemento donde el más fuerte e intrépido sobrevive. Es la muerte cotidiana de la civilidad pública. Sin embargo, un milagro de la institucionalidad se hace presente.

De la nada, como dirían los paceños, miles de personas al ingresar al Puma Katari se despojan de sus disfraces de lobas y lobos del Estado de Naturaleza y se convierten en ciudadanos suizos.

Educadamente hace una fila, saludan al chofer y la gente, cede el paso a los abuelos y abuelas. Recuperan la dignidad del ciudadano y disfrutan del retorno a casa. En este servicio público reina la efectividad y dignidad. El pacto social se reinventa en el día a día. Algo similar ocurre en los teleféricos.

Hace 10 años atrás tramitar el carné de identidad era como ir a un safari donde los ciudadanos eran cazados por corruptos y maltratadores. En la actualidad, aunque persisten las filas, el servicio es eficiente y cordial. De igual manera en los años 90 era un gusto visitar la Unidad de Política Económica (Udape) del Ministerio de Planificación donde jóvenes economistas, sociólogos y administradores elaboraban políticas públicas.

Era como estar en una repartición pública de Holanda. Ciertamente usted amable lector, también conoce una repartición, colegio o inclusive empresa pública que funciona mejor. Lamentablemente, estos ejemplos son las excepciones.

¿Qué tienen en común las experiencias descritas? Pues describen espacios y actividades públicas que reflejan efectividad y dignidad dentro de un Estado, que, de manera general, es ineficiente y muchas veces corrupto.

Es muy conocido en el debate internacional que para lograr un desarrollo económico y social se requiere instituciones fuertes, Estados efectivos que implementen políticas públicas y que hagan cumplir las reglas de juego, leyes o normas, que permiten la convivencia y el desarrollo de las personas y las empresas.

La experiencia africana de desarrollo institucional, donde existen muchos estados fallidos, se ha hecho conocer los ‘pockets of effectiveness’ (en una traducción libre: bolsones de efectividad o espacios de efectividad) que muestran cómo pueden desarrollar capacidades estatales que ayudan a reducir la pobreza; por ejemplo, a pesar de los contextos institucionales adversos o bloqueos burocráticos, dentro del Estado, que defienden intereses particulares.

De una manera más precisa, un espacio de efectividad se define como un programa o una organización estatal o parte de ésta que brinda servicios públicos relativamente eficaces, a pesar de operar en un entorno organizativo e institucional crítico y desfavorable, donde la prestación de los servicios públicos, generalmente, es mala, ineficiente y algunas veces corrupta.

Ahora bien, ¿cuáles son las hipótesis que explicarían la existencia de estos espacios de efectividad estatal?

Merilee Grindle, de la Universidad de Harvard, sostiene que ciertas reparticiones o programas públicos funcionan bien porque existen liderazgos visionarios y emprendedores dentro de estas instituciones, que crean una cultura organizacional con sentido de servicio y mística.

También, el buen desempeño, se puede explicar por la adopción de buenas prácticas gerenciales y recursos financieros adecuados o porque se forman coaliciones y redes de actores, internos e internacionales (cooperación externa, por ejemplo), que apoyan estos espacios de efectividad.

Conectado con lo anterior, los ‘pockets of effectiveness’ podrían ser resultado de acuerdos políticos y ciudadanos entre actores que se juntan para lograr un buen servicio público. Piense en un grupo de escuelas en un municipio donde profesores, padres de familia, estudiantes y autoridades hace un pacto por la calidad en la educación.

En el caso boliviano, tal vez habría que encarar, en un primer momento y con sentido de urgencia, los desafíos de las reformas de la justicia, la Policía, la educación y la salud creando bolsones (espacios) de efectividad y dignidad.

Esto no implica no iniciar reformas estructurales profundas en los sectores, que tomarían mucho tiempo.

Más bien significa impulsar una aproximación diferente al desafío, una mirada microinstitucional que busca resultados y beneficios concretos. En el corto plazo, las personas que van a un sistema de salud y necesitan atención de calidad, o requieren un servicio efectivo de justicia o exigen que la escuela, a la que van sus hijos, funcione.

Es decir, la idea es - dentro del paquidermo estatal - impulsar muchas gacelas institucionales ágiles, muchos programas y reparticiones públicas innovadoras, emprendedoras y eficientes que actúen como semillas de futuro que harán florecer un Estado capaz y eficiente.

Sin duda, el desafío posterior es ampliar los bolsones de efectividad a toda la nave estatal y avanzar en las reformas estructurales que las sostengan.

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