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20 de julio de 2018, 4:00 AM
20 de julio de 2018, 4:00 AM

Periodo complicado el que estamos viviendo, porque los ciudadanos no están asumiendo posiciones. Probablemente fruto de factores políticos intimidatorios hemos perdido la iniciativa, el liderazgo y hemos claudicado en muchas aspiraciones. De ser personas valientes nos hemos convertido en personas que están a la defensiva e indiferentes al entorno. Las personas trémulas, indecisas, nunca son seguras, independientemente de su condición social, formación o su posición profesional. 

Mala práctica es nuestro deseo de buscar siempre el equilibrio, no debemos permitir que esto se transforme en una disculpa para no tomar una iniciativa única e intrépida necesaria hoy más que nunca, para formar y obtener lo que queremos. Muchas veces por el ánimo de buscar el equilibrio en la vida, en realidad estamos asumiendo una disculpa con sabor a cobardía que nos mantiene en una zona de confort y mediocridad. 

Tenemos que ser más fuertes y corajudos. Hay que entender que cuando decidimos ponernos en la ofensiva, la atmósfera de nuestras vidas cambia. Por eso es que si en este momento alguien está insatisfecho con la atmósfera de su vida, cambie y póngase en la posición ofensiva (sin ofender a nadie)  y verá cómo el mundo cambia, ya que no es solamente una acción que se realiza en las relaciones externas del individuo, sino y especialmente es una acción interior e íntima. 

De hecho, cuando decidimos cambiar a la posición ofensiva, debemos claramente entender que los conflictos que tenemos necesariamente deben ser impersonales. Debemos combatir los problemas, no a las personas. Ahí se podrá observar claramente que cuando nuestras razones son defensivas, nuestra causa casi nunca tiene éxito. 

Estar en la ofensiva y tomar la iniciativa son las llaves maestras que abren las puertas de muchas oportunidades en la vida. Aprendamos a crear el hábito de tomar la iniciativa y nunca comencemos el día en ‘neutro’. Todas las mañanas, cuando nos levantemos de la cama, debemos pensar de manera ofensiva, asumir el control de nuestro día y nuestra vida. No nos quedemos como algunas personas que pierden una hora en la mañana y pasan el resto del día intentando recuperarla, eso no. 

Cuando nos retraemos y nos quedamos en la defensiva, normalmente aumentamos el problema. La intimidación normalmente precede a la derrota. Claro, puede haber momentos en los que no sabemos qué camino tomar o qué puerta tocar, en esos casos lo mejor es acudir a su fe –en mi caso religiosa– y apostar al instinto, de conservación, a la experiencia y finalmente –cómo no– inclusive a nuestra suerte, pero optemos, decidamos, arriesguemos, no nos quedemos neutrales; total, lo peor que puede suceder es que nos equivoquemos, enmendemos el error y sigamos ofensivos. 

Esto hace recuerdo a la anécdota de los dos pescadores que fueron alcanzados por una tempestad en medio del lago. Uno se vuelca y le dice a su amigo: “¿Debemos pedir ayuda a Dios o remar?”. El amigo, sabiamente, le respondió: “¡Hagamos las dos cosas!”. Eso es tomar la ofensiva, liderando y no quedándose atascado. 

De hecho, nunca más necesario introducirnos en la buena práctica de ir a la ofensiva, Santa Cruz debe su tesón, impulso y éxito a su actitud ofensiva, a su liderazgo nacional y a la gran capacidad de su gente de arriesgar y de nunca quedarse neutrales. 
Hoy, más que nunca, debemos recuperar esta actitud.

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