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18 de febrero de 2018, 4:00 AM
18 de febrero de 2018, 4:00 AM

 “Todo llegaba, llegando, como llegan los surazos de junio, los amores de abril, o las lluvias de enero, como llega la vida y la muerte en vuelos de palomas…” Puramba. Ruber Carvalho.

 

Es el último libro de Ruber, bella poesía en prosa, de las más bellas que haya escrito. Es también un ‘sumario’ de lo que tantas veces nos contamos”. Y es además su testamento político con personajes que se cruzan con otras vidas y otras fronteras, mientras cargan “el rubor de haber guardado tanto silencio cobarde…” porque las utopías nunca fueron. 

Puramba remite a una isla de totaíses, un ‘totaisal’, con sus frutos redondos color oro, allá en su llanura beniana, donde el tiempo se perdió en las lejanías. El relato de lo que fue Puramba, transcurre en un lugar mágico bautizado Pilares, en uno de cuyos cementerios, porque había dos, se leía una perentoria verdad: “No están todos, pero irán llegando.”

Puramba y Pilares son dos personajes más de la novela.  Nadie supo nunca de dónde llegaron los primeros pobladores a Puramba, pero el autor afirma que “no vinieron cruzando el estrecho de Bering, ni de África… llegaron de la lejanía que algunos saben dónde está, pero es un secreto. Y punto”.

 Ahí “todo llega llegando”. Como las aguas de los ríos en furiosos turbiones, llevándose pasados, presentes, haciendas y vidas, como se llevó a los apasionados amantes, Gabino y Encarnación, de una belleza radiante en la vida y en la muerte. Es el eterno retorno, donde la repetición nunca será la misma.

Durante 17 años, Ruber cobijó esta novela y plasmó en ella su pensamiento político dialéctico. De ahí afirma que “ha corrido mucha sangre y mucha tinta, muchos libros que no son otra cosa que la biografía individual y dolorida, pero también colectiva de toda una generación que se embarcó en la aventura en pos de ilusiones para terminar encallada en los arrecifes del desencanto. Son las biografías tristes y conmovedoras de una generación heroica y grande”. 

La novela Nuestros años Verde Olivo del intelectual chileno, Roberto Ampuero, hoy canciller de Chile con Sebastián Piñera, es la fuente para hablar del desencanto. En ese libro, Ampuero describe su desapacible vivencia de joven revolucionario en Cuba, en los explosivos años 60, 70 y 80 del siglo XX. Primaba entonces la imagen de una izquierda idealizada, sin que supiéramos aún el relato crítico de sus fracasos y de sus errores, como cuenta uno de los personajes de Puramba.

Fueron los años en que las utopías venían llenas de sal y mar desde el Caribe, recuerda Ruber. Era la falsa dialéctica del inmovilismo, para concluir que la lucha solidaria y humanista, se perdió en los totalitarismos, tanto de los que se llaman de izquierda o derecha, hechos en la misma fragua.  Hoy somos testigos del mito reditado en la Bolivia populista con el grito de guerra Patria o Muerte, como parte del mito ideológico, que cubre las apariencias con un velo impenetrable y la repetición de los mismos estereotipos, para hacer creer que todo lo que sucede es inevitable. 

Carvalho desmonta esos mitos y afirma que “el dogma le ganó a la dialéctica y el socialismo real se impuso a la utopía social, y los de ahora, fueron y son los mismos de ayer, solo que menos creíbles y por lo tanto más falsos”.

Mientras leía recordé que el concepto original de Marx fue la ‘dialéctica materialista’ y no el ‘materialismo dialéctico’. El cambio no es menor: la dialéctica es un método, el materialismo una filosofía. El concepto original modificado convirtió el “materialismo dialéctico” en instrumento para legitimar toda arbitrariedad. Así transformaron el marxismo en una verdad indiscutible, cuando para Marx “la teoría social era una ciencia abierta” que no negaba la alteridad.

Puramba nos llega, “como todo llegando”, para disfrutar las herencias poéticas de Ruber, que recorren el parnaso de casi todos los poetas hispano-americanos. Pero va hasta África para traernos a Nelson Mandela, hacedor de teoría y una prosa no escrita pero sí realizada: el derribo del apartheid, como “cabal y honesta interpretación dialéctica de la lucha ideológica de clases, antes que la lucha de la distribución del odio.”

En Puramba, Ruber Carvalho pule sus nostalgias y nos llega con la luminosidad de un ‘totaisal’, tras haber caminado muchos caminos, sabiendo que en esta galaxia “la única ideología que no acaba es la del amor”. Y que “la tierra y la mujer serán siempre un misterio del alma, parte de la magia que nadie, ninguna religión ha podido explicar”. Merecerían las mujeres de Puramba un estudio aparte, a quienes Ruber les rinde culto, a veces con escasas palabras que contagian. No van solas. Las acompañan muchos hombres queribles.

Y “con ganas de llorar, casi llorando”, como recuerda Ruber a Jaime Sabines, leí la dedicatoria que el poeta, el historiador, el amigo entrañable, nos dedica a varias personas su Puramba. Con el corazón en la mano, Gracias Ruber por esta novela de amores, afectos y rotundas verdades.

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