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16 de marzo de 2019, 4:00 AM
16 de marzo de 2019, 4:00 AM

Historiar la corrupción es perderse en el oscurantismo más inconfesable de toda la historia documentada. ¿Cuál fue el primer caso? Algunos historiadores llegan hasta Peser, un funcionario de Ramsés IX (1100 a.C.) en Egipto, que registró los negocios sucios del socio de una banda de profanadores de tumbas. En Grecia, el año 324 a.C., Demóstenes fue acusado de haberse apoderado de los depósitos en la Acrópolis. Pericles, conocido como el incorruptible, fue acusado por sobrepreciar los trabajos de construcción del Partenón; en Roma el poderoso caminaba seguido por una nube de corruptos y cuanto más larga era su corte, más se le admiraba; Judas fue tentado con 30 monedas de plata y Maquiavelo recomendaba “estos vicios” para salvar al Estado.

Así es que la corrupción no ha sido ni es ajena en la historia de la humanidad y hoy no solo afecta a las arcas y empobrece al pueblo. Es causa fundamental de la aparición de los extremismos y del debilitamiento de los estados democráticos.

Como si fuera Maduro el que se está muriendo de hambre, aplaude el extremismo derechista las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos contra el pueblo de Venezuela, que sufre un impacto devastador.

Latinoamérica retornó a su pasado de quinto patio, acabó siendo enterrado el proyecto de la patria grande del Sur y hoy, Estados Unidos, Rusia y China son los que definen el destino de Venezuela porque el extremismo socialista abrió las puertas al extremismo derechista.

¿Y en Estados Unidos qué pasa? El retroceso en términos de derechos sociales, económicos, ambientales, el retorno al apartheid, la construcción de un muro para ‘los malos’ no han sido suficientes para ocultar su otro yo: “Su enorme riqueza… contrasta de forma chocante con las condiciones en las que viven grandes cantidades de sus ciudadanos. Hay 40 millones de personas que viven en condiciones de pobreza; 18,5 millones en pobreza extrema y 5,3 millones en condiciones de pobreza extrema propias del tercer mundo” (Relator sobre pobreza extrema y derechos humanos de la ONU, Philip G. Alston). ¿Dónde está el capital? En manos de unos cuantos. No es diferente en Rusia, China y en otras potencias, así como tampoco en países pobres.

La corrupción es devastadora y, hoy por hoy, la corrupción mediática no puede ignorarse. Si no se tiene la precaución de buscar al menos unas 10 fuentes para corroborar una noticia, es casi imposible diferenciar la información real de las ‘fake news’. Noticias falsas, historias montadas, legiones de memes, trolls nacidos para mentir deliberadamente e influir en los sentimientos, opiniones y tendencias y así marcar la agenda social y política.

Las ‘fake news’ definen si el más corrupto es el más santo y arrasan con la credibilidad de las mujeres, porque el sistema patriarcal extremista de derecha e izquierda, no las quiere en ningún espacio de poder.

Hasta los más grandes imperios han caído cuando los demonios de los siete pecados capitales tomaron la voluntad y el alma de los poderosos.

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