Opinión

Réquiem por el Palacio Quemado

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13 de julio de 2018, 4:00 AM
13 de julio de 2018, 4:00 AM

El 20 de marzo de 1875, durante la presidencia de Tomás Frías, la casa de gobierno se salvó de milagro de ser devorada por el fuego que prendieron unos pirómanos adversarios del régimen y adeptos al caudillo Casimiro Corrales, que buscaba el poder por la vía del golpe de Estado. Desde entonces se llamó Palacio Quemado (PQ), por haber renacido de cenizas como la mítica ave fénix.

Pero los días del PQ están contados y su desaparición como sede del poder central es inminente, por decisión unipersonal del presidente Evo Morales, que ha dispuesto que pase a cumplir funciones de museo histórico, lo cual equivale a la crónica de una muerte anunciada porque muchos de estos centros culturales suelen cerrarse por ausencia de visitantes o porque no han de faltar vándalos e incendiarios que intenten prenderle fuego.

El nuevo epicentro del poder se llamará Casa Grande del  Pueblo y se trata de una colosal edificación de 29 pisos acorde con el tamaño del ego del señor presidente, y como quedará anexo al PQ, este último parecerá una casa de alasita con toda su tradición histórica y todos los fantasmas que allí moran, incluido el de Villarroel, “el presidente colgado”. 

En cuanto a la sede del poder, por más que la alejen de la visión fantasmagórica de los faroles de la plaza Murillo, la camuflen con el nombre que sea, la pinten con el color del burro en sombra o la blinden como se les ocurra,  siempre será blanco de las asonadas violentas que estallan intermitentes amenazando incendiar el país entero. Con sobrada razón nos endilgan la fama de golpistas que arrastramos desde los albores de la República, tanto así que antes de la Revolución del 52 llevábamos contabilizados cerca de 200  golpes de Estado y, se dice, que el precursor de la cadena de golpes fue don Casimiro  Olañeta, el “dos caras”, autor intelectual del motín del 18 de abril de 1828, que casi le cuesta la vida al Mariscal Sucre.

Quienes han criticado hasta el cansancio la grandilocuencia arquitectónica de la Casa Grande (valga el pleonasmo), han sido los opositores, pero se trata de una reacción hormonal transitoria, una especie de envidia al ver que Evo será el primer inquilino en estrenarla, envidia que se disipará cuando a ellos les llegue su turno de ocuparla, solo que antes tendrán que ganar las futuras elecciones del 2019, única forma de obtener el pase a bordo. Y entonces, cuando estén viviendo a cuerpo de rey, disfrutando de todo el confort que dicen que tendrá la suite presidencial, veremos si cambian de opinión o siguen con el discurso de darle otro uso o destino al “mamotreto”.

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