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20 de octubre de 2018, 4:00 AM
20 de octubre de 2018, 4:00 AM

Han llegado los tiempos electorales. Poco a poco se van mostrando atisbos de lo que será, en nuestro país, quizás la contienda política más dura de los últimos tiempos, pues no solo estará en juego el futuro de Bolivia, sino también el respeto a la decisión de la población, reflejada en el voto popular.

La corrupción, la inseguridad jurídica, la abundante burocracia y el descuido en los sectores de salud y educación generan, entre otras cosas, un sentimiento de querer cambiar el rumbo. Estamos cansados de vanos discursos llenos de números que solo proyectan espejismos, diferentes de la realidad donde vivimos. Las falsas promesas, las preguntas sin respuestas, el dinero malgastado o perdido, ya no pueden ser escondidos como basura bajo una alfombra.

Somos millones de bolivianos los que queremos el cambio, pues creemos en la grandeza de Bolivia y queremos destacarnos internacionalmente con nuestros mayores exponentes. Somos conscientes de la buena calidad del producto boliviano, pero también de las trabas burocráticas que encuentra todo aquel emprendedor, o aquel que, por querer formalmente cumplir las normas, solo recibe fiscalizaciones y mayores obligaciones burocráticas sin sentido.

Sabemos que nuestro sistema de salud desde hace tiempo está enfermo, y –tal como lo sufren los pacientes–, está a la espera de que le toque un número infinito para ser atendido. Nuestra educación está infravalorada, se ha perdido el valor de los maestros; se ha olvidado que a ellos debemos nuestra formación y que los libros tienen mayor trascendencia que un bloqueo de carretera.

Caminamos con temor en nuestras calles, pues la Policía no tiene los medios suficientes para afrontar una lucha efectiva contra el crimen. Vivimos en una sola incertidumbre al hablar de cómo está nuestra justicia, mientras que cientos de inocentes yacen encerrados y miles de culpables caminan libres por las calles.

Son tiempos complicados. Algunos andan con miedo y prefieren callar y agachar la cabeza para evitar sanciones o represalias. Pero no todos tenemos temor. Somos millones de bolivianos los que queremos el cambio, pues tenemos claro que Bolivia debe mostrarse como un país democrático, productivo, altamente capacitado, respetuoso de las normas y listo para abrirse camino en cualquier mercado internacional.

Queremos el cambio y unidos lo conseguiremos.

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