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Puentes en China, cuentos chinos en Copacabana y Urubó

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4 de noviembre de 2018, 9:53 AM
4 de noviembre de 2018, 9:53 AM

Como muestra, tres puentes valen. En 2016 China inauguró dos máximos a nivel planetario: el de más altura y el de más vidrio. Hace poco Beijing inauguró el de mayor longitud del globo que conecta las excolonias Hong Kong y Macao con el continente. El anterior viaje terrestre llevaba cuatro horas, por la nueva estructura será de 30 minutos. Con sus 60 kilómetros, el nuevo puente es 20 veces más largo que el Golden Gate de San Francisco. Como en cualquier obra nueva hubo polémicas previas. Al final, los puentes se hicieron rápido. Así sucede cuando el único interés es la patria, hay decisión firme y existe visión de futuro en función del desarrollo sostenible, fórmula eficaz para mantener el equilibrio del humano con la naturaleza.

En la aislada Copacabana, meses atrás, Evo Morales inauguró un pequeño aeropuerto. Lo hizo en medio de justificados abucheos de los lugareños, para quienes el puente sobre el estrecho de Tiquina -los uniría directamente con el departamento de La Paz- importa mucho más que un aeródromo elitista que solo usarán turistas extranjeros, ejecutivos o gente del Gobierno. El oligopolio de los lancheros se opone desde hace años al puente y por esos retrógrados intereses el histórico pueblo sigue sin una comunicación vital y -como me confesó un vendedor ambulante allí- muchos habitantes cada vez con más ganas de ser peruanos, pues piensan que desde Lima los cuidarán mejor ante el abandono de la parte boliviana. No lo culpo al que habló y lo comprendo. El puente de la pobre Copacabana sigue demasiado lejos, aunque sobran proyectos y palabreríos.

En el lado oriental del país algo similar sucede con la discordia entre los municipios de Santa Cruz de la Sierra y Porongo, localidad donde se encuentra la floreciente urbanización del Urubó. Se aducen razones ecológicas atendibles, pero que son superables. Por eso, no faltan quienes creen que podría haber más bien razones “negociológicas”. No lo sé, tal vez puede ser, o no. Lo real: se buscan mil pretextos para no concretar los dichosos puentes, que ya deberían ser por lo menos 3 o 4, para así aliviar la sobrecarga del único existente.

Mezquindades disfrazadas de pretextos obstaculizan la construcción. Cuesta creer hoy que otrora estas llanuras del Grigotá tuvieron tasas de crecimiento espectaculares. Esa brillante época pasó, al igual que la lúcida dirigencia que la hizo posible. Ahora priman mediocridad e intereses. Una pena, pareciera que proyectos e iniciativas se traban hasta que los negocios de las partes convergen... Y así, mientras China avanza con la velocidad de una nave espacial, nosotros en Bolivia lo hacemos al ritmo de la tortuga...

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