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23 de enero de 2019, 4:00 AM
23 de enero de 2019, 4:00 AM

“¿Las familias bolivianas administran bien sus finanzas? ¿Hay diferencia entre riqueza y prosperidad? ¿Qué hacer para llevar una economía según la voluntad de Dios?”, fueron las nada fáciles preguntas que marcaron la pauta del programa “Taller del Alma Radial y Televisivo” en Canal 11 –Televisión Universitaria–, al que pude asistir a invitación expresa de su conductor, Pr. Maykel Mercado, a fin de tocar estos temas, que, al no ser debatidos, provocan serios dolores de cabeza.

La ocasión fue propicia para conciliar respuestas como economista y creyente, respaldado en verdades absolutas escritas en la Palabra de Dios.

Entrando en materia, sabemos que cuando el consumismo se impone mucha gente vive más allá de sus posibilidades –aparentando y endeudándose– cuando lo correcto es no gastar más de lo necesario y, de ser posible, generar un ahorro.

En cuanto a la diferencia entre riqueza y prosperidad, por la Palabra de Dios sabemos que la riqueza se asimila al dinero y posesiones materiales, mientras que la prosperidad va mucho más allá abarcando lo espiritual, físico y material. Cuando Jesús dijo que vino a darnos vida en abundancia, estaba hablando de esto último –con equilibrio– y no de acumular riqueza, porque “donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón”.

En cuanto a los consejos para encaminar una economía según la voluntad de Dios:

Primero: ‘hacer lo bueno, lo justo y lo recto’. Así, lo necesario para cubrir nuestras necesidades vendrá por añadidura. ¡Qué bueno sería enseñar –como dijo alguien– a “amar a las personas y usar las cosas, en vez de amar las cosas y usar a las personas”, porque esto último es un egoísmo desagradable a Dios!

Segundo: ‘integridad’. Ser temerosos de Dios; deleitarnos en hacer su voluntad; hablar el mismo lenguaje en todo lugar; tratar con misericordia a los más pequeños; que en vez de querer parecernos a alguien de Hollywood, queramos ser como Cristo; que nuestra mirada no esté en el mundo, sino en lo alto, sabiendo que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo.

Tercero: ‘no ser ambiciosos’. Trabajar sosegadamente y evitar deudas que no se puedan pagar, sabiendo que la bendición de Dios enriquece y no añade tristeza.

Cuarto: ‘esforzarnos’. Para que todo lo que hagamos sea con excelencia y digno de encomio, depositando nuestra confianza en Dios, el dueño y Señor de todo.

Finalmente: ‘no hacer del dinero un Dios’. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero lo que lleva al extravío de la fe y muchísimo dolor.

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