Opinión

Plantar un árbol

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27 de septiembre de 2019, 4:00 AM
27 de septiembre de 2019, 4:00 AM

“Si el planeta fuera un banco, ya lo habrían rescatado” / “Estoy segura que los dinosaurios también creían que les quedaba tiempo” / “No hay un planeta B”. Ingeniosas frases, como estas, hacen parte de los carteles que niños, adolescentes y jóvenes de todo el mundo vienen usando para protestar por la falta de acciones colectivas -concretas- que eviten el cambio climático.

Las nuevas generaciones tienen una conciencia ecológica que los está llevando a encabezar demandas frente a organismos internacionales y gobiernos de sus propios países. Greta Thunberg, activista ambiental sueca, es una de las muchas caras visibles que han salido, de las escuelas a las calles, para manifestar sus protestas por el colapso del clima y buscando soluciones múltiples y masivas, necesarias para provocar verdaderos cambios en lo que denominan “el comienzo de una extinción masiva”.

Los jóvenes no piensan rendirse ante la pasividad de los adultos, en especial de los políticos, responsables de la legislación y la gestión pública, que permita revertir la degradación del planeta y sus ecosistemas.

El discurso y llamada de atención se resume en lo dicho por uno de sus representantes: “es una lucha de nuestra generación porque somos quienes vamos a vivir las consecuencias del cambio climático, pero no tenemos voces ni opciones para impedirlo”.

La bloguera, Gabriela Ichaso, escribió: “así como el mundo tiene a Greta, la Chiquitania tiene a Yamil Poiquí, un niño de Quitunuquiña, protagonista del informe de Unicef sobre la tragedia chiquitana que recoge el testimonio sobre los incendios, el dolor y la pérdida de parte de su mundo. Yamil camina dos kilómetros hasta la casa de sus abuelos, en medio del bosque seco quemado, donde los cuida, los acompaña, les cuenta del fuego y escucha las historias de su comunidad y de su tierra de más de 200 años”.

Como nunca antes en la historia de la humanidad, los menores de edad vienen generando corrientes de opinión, modelos a seguir, noticias y tendencias en las redes sociales que propician adoptar opciones de estilos de vida para reducir la huella de carbono.

Las nuevas generaciones, con plena conciencia de sus derechos y aspiraciones, han decidido movilizarse y hacerse escuchar para cuidar el planeta que ellos habitarán.

En mi entorno más inmediato, al nacer mi nieta, ocurrió algo que era impensable para gente de mi generación.

A pocos días del nacimiento de su sobrina, mi hijo, decidió plantar un árbol -lluvia de oro, su favorito- como un homenaje a esta nueva vida. Fueron muchos días de extremos cuidados para contrarrestar todas las adversidades hasta que el plantín echó raíces y se sintió parte del nuevo suelo.

Ni los vientos huracanados, ni las laboriosas hormigas, ni la falta o exceso de agua pudieron contra la determinación de lograr ese propósito. Han pasado casi dos años: la niña y la planta están menos frágiles que antes. Si esta práctica y conciencia ambiental hubiese sido común en mi generación, quizás se cumpliría lo escrito por García Márquez, y nuestros problemas ecológicos no fueran tan severos: “Los árboles de los pueblos suelen durar más que los seres humanos, y siempre he tenido la impresión de que también ellos nos recuerdan, tal vez mejor que como nosotros los recordamos a ellos”

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