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19 de diciembre de 2018, 4:00 AM
19 de diciembre de 2018, 4:00 AM

En 1921 el escritor ruso Yevgeni Zamiatin terminó de escribir su novela Nosotros, pero esta solo pudo ser publicada a finales del siglo pasado. Hubo sí una traducción francesa que circuló por el mundo. La obra recrea un mundo autoritario donde el poder maneja, vigila y castiga y donde hasta las paredes de los edificios deben ser de cristal para que se pueda ver todo lo que los individuos hacen. Zamiatin estuvo preso durante el zarismo y luego durante el estalinismo. O sea, de autoritarismo sabía un montón.

A finales de los años 40, el británico George Orwell leyó Nosotros y se puso a escribir en 1984. En ella aparece el Gran Hermano, el supertecnológico espía que todo lo vigila, que todo lo sabe, que demuestra a todos los habitantes que el Poder es el valor supremo, absoluto, único y que en aras de él se debe sacrificar cualquier libertad, en palabras de uno de los miembros del comité de dirigentes, O´Brien.

Orwell denunció los excesos del estalinismo y sus obras Rebelión en la granja y Homenaje a Cataluña defienden claramente a Trotsky. Y 1984 estaba pensada para denunciar a la degeneración de la revolución bolchevique, y también al fascismo.

Y, sin embargo, quién hubiera pensado que la lucha de Winston Smith y los suyos se daría en el seno mismo de la sociedad constructora de la democracia moderna occidental.

Y claro, el espionaje no solo es político. En la reciente detención de la vicepresidenta de Huawei y heredera de la firma, Meng Wanzhou, en Canadá por pedido de Estados Unidos, lo que se trasluce es la lucha por la big data, es decir, por la información del ciudadano consumidor. Por supuesto, una parte son sus posiciones ideológicas, sobre ellas trabajan empresas como Cambrige Analitical, que posibilitaron la victoria de Donald Trump y el brexit, pero también están los gustos de compra y en qué invierte su dinero el ciudadano.

Huawei lleva la delantera en la tecnología G-5, que es 20 veces más veloz y acumula más datos que la G-4. Y aquí manda la economía. Donald Trump y sus aliados, los países de habla anglosajona, prohíben al gigante chino para evitar que conozca los secretos militares, sino algo tan elemental como las preferencias a la hora del dispendio.

Las paredes son de cristal y al Gran Hermano ya no le interesa solo lo que uno piensa, sino aquello que quieres adquirir. La publicidad general y disparada en forma de escopetazo cede una parte del terreno a aquella focalizada.

Y todo en nombre de la libertad, de la seguridad. Como demostrando que Francis Bacon tenía razón que información es poder, conocimiento es poder. Solo que esa información que tú entregas te ata y es la base de la manipulación. Así es fácil conducirte a votar. En el fondo, el Gran Hermano ha devenido en un gerente de un gigantesco supermercado, donde hasta los candidatos son empaquetados para el consumo.

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