Opinión

¿Para cuándo la reforma carcelaria?

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7 de junio de 2019, 4:00 AM
7 de junio de 2019, 4:00 AM

Transcurren los años, suman los escándalos y no hay soluciones de fondo en los penales del país. Ahora es el turno de la cárcel de San Pedro en la ciudad de La Paz, donde un hecho de supuesta corrupción deja ver que hay presos poderosos y que no existe un adecuado control. La noticia surge por la denuncia de extorsión contra el diputado opositor, Amilcar Barral, cuyo asistente fue encontrado in fraganti con un sobre en el que presuntamente había dinero mal habido, cuyo destinatario habría sido el legislador, que estuvo detenido y ayer fue sometido a una audiencia cautelar. Si bien este hecho es grave y demanda una investigación seria y no politizada, también es grave lo que se desvela como marco del supuesto ilícito.

Lo que se supo fue que en San Pedro hay un preso poderoso, que construye y maneja quioscos de venta de productos en el penal, a quien le permiten introducir materiales de construcción, entre otras irregularidades. Se trata del ex alcalde de El Alto, Édgar Patana, que incluso está acusado de lucrar con el alquiler de celdas en el penal. Precisamente el exburgomaestre es quien dijo ser víctima y sindicó al diputado de extorsión, entre otros delitos.

Las autoridades del penal no niegan el poder ostentado por Patana, mientras que el ministro de Gobierno asegura que se hará una intervención en el penal de San Pedro, similar a la que se hizo hace más de un año en Palmasola, cuando se acabó con los abusos de presos poderosos en la cárcel cruceña.

Sin embargo, no se trata de hacer operativos e intervenciones, ya que las irregularidades tienden a repetirse en las cárceles del país: luchas de poder, violaciones a internas en penales de Beni; asesinatos entre los mismos presos, etc. El problema de fondo es la falta de recintos adecuados, en los que los presos sean clasificados según el delito cometido, según el estado de su proceso y condena. En suma, se requiere una reestructuración total, que implica además un buen manejo disciplinario y de rehabilitación. Hasta el momento, más han sido las promesas de transformación que las acciones concretas.

No se puede entender que se sigan haciendo inversiones en elefantes blancos, como aeropuertos sin uso, por ejemplo, y que se deje a un lado un tema tan importante como la reforma carcelaria y la dotación de infraestructura adecuada. Hace algunas semanas se realizó un censo en todos los penales del país. Los resultados se desconocen, pero aún antes de este levantamiento de datos, ya se sabe que hay muchas injusticias en el manejo de los presos.

Estos desequilibrios también tienen que ver con la permisividad que existe respecto a unos cuantos reclusos que ostentan el poder y que lo usan para demandar pagos por la vía violenta a sus pares o para acceder a beneficios personales en desmedro de las mayorías. Es hora de poner un alto. De lo contrario, ya se sabe que los incidentes pueden repetirse.