Opinión

Otro capítulo en Cuba

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22 de abril de 2018, 9:36 AM
22 de abril de 2018, 9:36 AM

Tras  la caída de la Unión Soviética, Miguel Díaz-Canel se desplazaba en bicicleta por las calles de su natal de Santa Clara, lo cual le ayudó a pulir su imagen popular como líder del partido provincial, pero también le dio la capacidad para ir sigilosamente a los centros de trabajo para ver que nadie robe los escasos bienes.
 

Díaz-Canel fue escogido como el reemplazo de Raúl Castro para la presidencia de Cuba en una sucesión cuidadosamente manejada. A sus 58 años necesitará la buena voluntad popular y el sigilo para hacerles frente a los desafíos de la isla socialista.

De forma similar a cuando la URSS les puso fin a las generosas subvenciones, la economía cubana de estilo soviético está en serias dificultades. La retórica y las acciones de EEUU están aumentando, los aliados tradicionales como Venezuela están en crisis y el Partido Comunista de Cuba enfrenta un futuro incierto.

Nació en una familia obrera. Su gusto por la música rock, la promoción de los derechos de las personas LGBT y el uso de un iPad aparentemente lo muestran como un modernizador. Es un cambio crucial para los cubanos más jóvenes, que ya no responden a las historias de héroes revolucionarios. Pero Díaz-Canel no es liberal. A menudo de semblante serio, y con reputación de eficiencia gerencial, se abrió paso en el Partido Comunista haciendo lo correcto hasta convertirse en vicepresidente en 2012. Hasta hace poco, pocos cubanos lo conocían.

El primer nombramiento de un civil al cargo de presidente representa la continuación de la transición cubana del gobierno caudillista de Fidel Castro, a la institucionalización cautelosa de la revolución bajo Raúl Castro, y de la cerrada economía de Estado a una apertura gradual. Los aliados de Díaz-Canel dentro de la burocracia del partido serán cruciales conforme intenta imponer su autoridad sobre el aparato institucional cubano. 

Los cambios necesarios incluyen acelerar reformas económicas, ponerle fin al sistema de doble moneda del país, fomentar la inversión extranjera, permitir que las empresas extranjeras contraten a sus propios trabajadores y ampliar la lista de actividades y negocios por cuenta propia.

El partido comunista teme que esto pueda debilitar su control, lo cual obstaculiza la probabilidad de semejantes reformas. El deterioro de la relación con EEUU podría frenar las reformas.
Si esto suena similar a la historia de Cuba en los últimos 60 años, no es casualidad: la continuidad, no el cambio, es fundamental para la ascensión cuidadosamente planeada de Díaz-Canel.

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