Opinión

¿‘Neopongueaje’ político ineludible?

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9 de noviembre de 2017, 4:00 AM
9 de noviembre de 2017, 4:00 AM

Bolivia no está ajena a la implantación de prácticas políticas que restan calidad y brillo a su todavía joven democracia. Una de ellas es el clientelismo, que no necesariamente rima con corrupción,  aunque al  ser su prima hermana, suele camuflar frecuentes hechos delictivos.  
La presión  para sumergirse en el mar de demandas clientelares del entorno político directo e indirecto, es condición para la legitimación de cualquier liderazgo político y social/sindical. Ante esta evidencia, resulta ingenua la demanda de mayor ‘democracia interna’ en las organizaciones políticas cuya ley se discute en múltiples escenarios. Bajo esta dinámica, difícilmente ganarán los mejores de no contar con habilidades para lubricar la maquinaria de intercambios prebendales al interior de la  organización. En otras palabras, a la par de desvirtuarse la  idea de democracia interna se desdibuja también  la posibilidad de consolidar un sistema político fundado en ‘partidos programáticos’.

Mientras se aseguren consignas en torno al ‘nacionalismo revolucionario’ y la oferta genérica de empleo ‘digno’ desde una visión 
estatólatra tan arraigada en el imaginario popular, lo programático se eclipsa por el carisma, la propaganda 
y el engranaje que alimenta expectativas prebendales. 

En un reciente estudio realizado en Mexico, Flavia Freidenberg, concluye: “No son solo vínculos programáticos sino que también hay vínculos clientelares” en las relaciones políticas. Que el clientelismo supone “otra forma de representación” basado en las “condiciones de marginalidad de la población, en la alta rentabilidad del intercambio clientelar”, que convierte la relación entre política y sociedad en la interacción  informal de “patrones, intermediarios y clientes”.  

Iván Finot (Página Siete, 23/8/17) plantea que la prebenda institucionalizada desde la colonia explica el subdesarrollo de los pueblos. En Bolivia, pese a la promesa de cambio, 15 años después de ‘octubre negro’ el clientelismo ganó masa muscular, la bonanza sumó kilos de grasa para ser parte consustancial del intercambio político cotidiano. Hoy, su apogeo se expresa en el  malabarismo reeleccionario  implantado por el MAS. Basta para ello, analizar el comportamiento de las multitudes  movilizadas con este propósito inconstitucional o entender la lógica de la febril actividad presidencial en torno al programa Evo Cumple así como  del desprestigiado y reactivado Fondo Indígena. En suma, no será fácil desmantelar los dispositivos que  lubrican los vínculos del ‘neopongueaje’ político clientelar ni  los incentivos políticos y electorales que los perpetúan. 

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