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20 de enero de 2019, 4:00 AM
20 de enero de 2019, 4:00 AM

La Triple A buscaba a “Ferrufino” aquella noche. Mi hermano Armando se había trasladado hacía poco. Los encapuchados aterrorizaron a las jóvenes que ocupaban el departamento. El tío Carlos Coqueugniot vivía al frente y se lo contaron en la mañana. Mi madre estaba de visita en Córdoba entonces y se desesperó. Fueron a la Policía Federal en la plaza San Martín y el jefe de policía, en deferencia al tío que era importante industrial, le dijo a mi madre que si él fuera ella sacaría al “muchacho” de inmediato.

Salieron por la tarde en avión. La vida de Armando cambió. Estuvo taciturno, se encerraba.

Los automóviles por la noche tenían que ir con las luces interiores encendidas porque si no disparaban. Poco valía el humano en esos días, poco el civil. Autos corrían a tontas y a locas, papeles con consignas se disparaban al cielo desde bombas incendiarias. ERP, JP, Montoneros, siglas en las paredes. Terror.

Una pareja camina por la plaza principal de Córdoba. Empujan un carrito de bebé. De pronto levantan la sábana y sacan dos ametralladoras y rocían de muerte a los federales. Por la noche dejan niños llorando a sus padres. Hay vuelos de muerte. Violación. Escuadrones de la muerte, comandos, un perro que respondía al nombre de Savonarola. La noche dejó de ser de aparecidos. Desaparecidos.

Muchacha ojos de papel. Almendra. Spinetta. El dúo Vivencia canta en una secundaria Natalia y Juan Simón. Esto venía acunándose desde 1930, cuando Gardel embelesaba al tirano Uriburu. No, es más antiguo, desde el tiempo fusilado al sur.

Ha muerto Osvaldo Bayer. Ha muerto la historia. Nadie lee. La Triple A patrulla las calles. Desde los Ford Falcon observan a los transeúntes. Un hombre baja a comprar cigarrillos. Lo detienen por no tener identificación. Lo liberan; el hombre quema esa ropa en el balcón y calla. Se queda mudo.

Camino a los 15 años por cerca del Abasto. Las dos tías, Lucha y Chocha, buscan al sobrino desesperadas. 15 es ya edad subversiva. Camino por el Once y las tías desesperadas. Olvidé el pasaporte. Me habría olvidado de vivir, mejor, si me agarraban. En Boogie el Aceitoso, de Fontanarrosa, dos soldados norteamericanos en Vietnam caminan por encima de una masacre. Uno dice al otro: pero, son niños. No hay niños en Vietnam, boy, responde el otro. Son francotiradores enanos. 15 es buena edad para morir sufriendo, supongo. Pero día mío no era aquel. Felizmente.

Armando se fue. Extrañó alguna chica cordobesa. Se fue sin despedir. Un beso costaría una muerte, seguro, y besos sobran, afirman quienes no sienten. Joven taciturno, encerrado, escuchando Ticket to Ride, de los Beatles, mientras yo, tirado sobre la cama, leo a Verne: Aventuras de tres rusos y tres ingleses en el África austral.

Grabadora vieja, de cinta. Muchacha ojos de papel.

Ellas, las muchachas ojos de papeles eran también buenas para morir. Para el sexo abusivo, la tortura y la muerte. No importaban sus ojos. Los cerraban, y gritaban, mientras los tangos atronaban los centros de dolor para que no se escucharan los lamentos. Porque el tango, esa música bastarda y ecléctica, tendría que insuflar el espíritu nacional a los terroristas camino del cadalso.

Muchacha ojos de papel. Mañana campestre.

Villa Allende, Amboy. En el lago Carlos Paz existía un embudo gigantesco para aliviar inundaciones. En el fondo del lago, hundidos, estaban cuerpos desventrados. El estómago se infla y los muertos flotan, por eso hay que eviscerar.

La ruleta gira en casa de los tíos en la sierra cordobesa. Por allí vivió el Che Guevara. La tía Lucha que trabajó en el Comando en Jefe los conocía a todos: a Lanusse, a Galtieri… Ella sacó a los primos de la más negra prisión en Buenos Aires. De allí emigraron a Israel, a Francia donde se hicieron millonarios. Médicos. De una foto de prensa, de la huelga médica, no quedó nadie más que el primo Horacio. La suerte no se la compra. Aparece. Caso contrario, lo opuesto.

Muchacha ojos de papel. De papel.

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