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20 de noviembre de 2018, 4:00 AM
20 de noviembre de 2018, 4:00 AM

¿Colonialismo sin opresión?, se pregunta Louis Necker, director del Museo Etnográfico de Ginebra y presidente de la Sociedad Suiza de las Américas, en un artículo sobre el estado jesuítico en el Paraguay. “Las misiones son citadas a menudo como ejemplo de colonización en interés de los propios colonizados. Pero ¿cuáles son los motivos subyacentes que posibilitan esa afirmación y cómo actuaron realmente los jesuitas?

Macarena Perusset, del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires, en su trabajo Un acercamiento a los procesos de etnogénesis en el Paraguay colonial, establece cuatro momentos para responder a la pregunta. El primero cuenta la historia del descubrimiento y colonización de esas tierras influido por el discurso colonialista, que asignaba a los conquistadores el papel de portadores de la civilización y del progreso a los indígenas “atrasados”. El segundo enfoque ha sido desarrollado por historiadores paraguayos que describen el origen de la sociedad mestiza que integran, incorporando a los indígenas a la conformación de la identidad y que responde a la alianza entablada con los españoles.

La tercera revela la “existencia de una firme voluntad de resistencia indígena al orden colonial”, cuestionando los supuestos previos sobre la buena recepción que los indios habrían brindado a los españoles en una relación “amistosa”, con momentos dramáticos de violencia colectiva, de ruptura y de movilización defensiva contra las imposiciones coloniales. Finalmente, “en los últimos años las investigaciones sobre los procesos de etnogénesis han producido una fuerte impronta en los estudios referentes a las fronteras coloniales y las relaciones interétnicas -entabladas en América- en el periodo colonial. En esta línea se sitúan los análisis, que sin dejar de lado la destrucción y muerte causada por el colonialismo europeo, ponen el foco en la habilidad y capacidad de las comunidades indígenas para ajustar sus tradiciones sociopolíticas y económicas a las condiciones generadas por el mismo”.

Necker señala que “durante toda la época colonial no se registró un solo levantamiento indígena en contra de los padres, pese a que los monjes no estaban armados y eran los únicos europeos en medio de miles de indígenas”, y que los “estados de previsión” recogían el carácter igualitario de la sociedad precolonial de los guaraníes -método socialista basado en la reciprocidad en el que el flujo de bienes y servicios no era regulado por el mercado-. “Los franciscanos y jesuitas continuaron simplemente el sistema que podía adoptar fácilmente la caridad cristiana que se expresaba con el mismo tipo de generosidad de sus propios jefes, (en el que) el poder de los misioneros aparecía como legítimo, en contraste con el de los encomenderos, puesto que se basaba en fuerzas mágico-religiosas”.

Este marco conceptual aplicado en las Misiones de Moxos y Chiquitos y que corresponde al cuarto momento, seguramente fue el que permitió a APAC, la Asociación Pro Arte y Cultura, realizar la construcción material extraordinaria de los Festivales Internacionales de Música Renacentista y Barroca Misiones de Chiquitos. Y descubrimos el porqué cuando nos encontramos con los nombres de quienes pensaron en grande: Marcelo Araúz, Alcides Parejas Moreno, René Hohenstein, Cecilia Kenning, José Luis y Mirian Roca García, la musicóloga colombiana Amalia Samper (que dio la idea del festival), Aida McKenney, Ana María Weise, Fernando y Laura Prado, Wilma Claros, Carola Moog, Carlos Seoane y Piotr Nawrot…

¡Qué fácil es caminar en hombros de gigantes!

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