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5 de diciembre de 2018, 4:00 AM
5 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Andrés Manuel López Obrador, asumió la presidencia de México. “Por primera vez, un candidato abiertamente de izquierdas logra ascender, en su tercer intento, al puesto más alto del poder en México” (Pablo Sánchez Olmos. El Mundo. Madrid, 02.12.2018). El nuevo mandatario sabe que en México hay graves problemas: corrupción desenfrenada, violencia e impunidad, narcotráfico, pobreza extrema (se calcula en 8 millones los que la sufren), etc. El recién llegado culpa de todas esas desgracias a los gobiernos del pasado, especialmente al del presidente saliente Enrique Peña Nieto.

Se advierte que “la izquierda latinoamericana –en realidad el populismo– se ha movilizado en masa para arropar a su nuevo compañero de fatigas. Entre ellos destaca la presencia de Nicolás Maduro quien, aislado a nivel internacional, solo ha realizado tres viajes en el último año: China, Cuba y ahora México” (cit. P.S Olmos). Junto a Maduro, abucheado en el acto de posesión del nuevo presidente, acudió el presidente de Bolivia, Evo Morales.

En su discurso inaugural, López Obrador anunció cambios de orientación del gobierno mexicano en el tiempo de su mandato. Fue duro, audaz, pintoresco y no ahorró ofrecimientos. “Si no cumplo mis promesas, que la nación me demande” –aseguró. Esas promesas fueron, nada menos que 30, entre ellas, la usual de la izquierda: “Acabar con la ‘calamidad’ del modelo neoliberal, que ha empobrecido la población y cuyo ‘distintivo’ es la corrupción”. Añadió que no procurará ser reelecto.

Entre otras promesas, ofreció: Otorgar 10 millones de becas a estudiantes, crear 100 universidades públicas, contratar 2,3 millones de jóvenes como aprendices remunerados en empresas, aumentar la pensión de adultos mayores al doble y, con carácter universal, dar un millón de pensiones por discapacidad. Además, prometió atención médica universal en un plazo de tres años, bajar los sueldos de los altos funcionarios, empezando por el del presidente, que percibirá 40% menos que su antecesor, vender el avión presidencial y muchas otras por el estilo. En ninguna de ellas dijo cómo cumplirlas.

El nuevo presidente ya enfrenta un grave problema: el de las caravanas de centroamericanos que se empeñan en cruzar el territorio mexicano, para llegar a Estados Unidos y pedir refugio. En esto están en juego las relaciones de amistad y cooperación con su vecino: Estados Unidos.

El nuevo mandatario tiene por delante una tarea muy difícil, junto al reto de no imitar al populismo depredador.

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