Opinión

Manfredo, el regionalista

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12 de julio de 2019, 4:00 AM
12 de julio de 2019, 4:00 AM

Manfredo Kempff ha disparado contra los migrantes “collas” en Santa Cruz en su artículo Lo que no deseamos. Poco serio, no sustenta lo que sostiene –no dice cuántos migrantes “collas” viven en su ciudad, en qué rubros trabajan, y dice que, para comprender la situación, es “cosa de ver la televisión”- nos empuja a confundir “orden” con migración.

Recrea un prejuicio que recorre Santa Cruz: que hay una migración “colla” tan excesiva, que se acumula en mercados y “ventas” y que los “valores” de la sociedad cruceña (que no son desorden, suciedad, inseguridad, etc.) están en amenaza. ¿Cuál es la distancia entre regionalismo y racismo en el pensamiento de Kempff? En otro artículo, Racismo y regionalismo su confusión es más que evidente, dice: “(…) en Bolivia, como en otras naciones muy avanzadas, lo que siempre existió fue el regionalismo, que es muy distinto al racismo.

El regionalista ama su campanario, sus costumbres, su hablar y sus creencias, como es el cruceño. El racista, como el vice y otros oficialistas, quiere imponer a una etnia sobre otra alegando que la propia es superior a la ajena.” En otras palabras, muy confusamente, Kempff acusa al MAS de crear racismo –aunque luego habla de una “reivindicación racial”- sobreponiendo a “una etnia” sobre otra y también desplazando al regionalismo (dice “(…) en todo el mundo existen regionalismos, y en Bolivia data de siempre.”) El regionalismo que Kempff defiende tiene origen en un excesivo centralismo estatal en las primeras décadas del siglo XX, en la República. Así lo sostiene Los Enemigos del Alma. Élite terrateniente y discursos racistas en Santa Cruz, de Arián Laguna Quiroga (2013): en otras palabras, el regionalismo solo se da en tanto el Estado mantiene una relación desigual con algunas regiones.

El regionalismo defendido originalmente por la élite cruceña, es un discurso político que lucha por mantener un status quo, en el sentido que las relaciones sociales vigentes en Santa Cruz, en las haciendas, mantienen una fuerte relación con el patrimonialismo que es, en palabras de Laguna, una naturalización de relaciones esclavistas con los indígenas de la región en función a una suerte de “derecho propio”, a propiedad de tierras, y que acude a esencialismos para mantenerse en vigencia. Esto quiere decir que el discurso regionalista cruceño, en origen, es un discurso político de las élites terratenientes por no perder sus privilegios.

La naturalización de relaciones verticales y esclavistas crea un discurso partido en: el de los indígenas orientales que son “sumisos” o “limpios”, sostenido por Gabriel René Moreno en Nicómedes Antelo, y el de los indígenas que “invaden” y por tanto, “rebeldes”.

Es forzado mantener que Kempff no dista de Moreno, pero aquí lo relevante está en la supuesta oposición entre racismo y regionalismo de Kempff: el regionalismo de Kempff es una interpretación política en base a relaciones desiguales, de superioridad, entre un grupo y otro, hay una “invasión” o una “amenaza” a los “valores” de un grupo, que Kempff supone “superiores” frente a otro al que asocia con suciedad o desorden, o yendo más allá, de “reivindicación racial”. Kempff usa al “regionalismo” para escudar un discurso antiguo que, estoy seguro, no es del todo popular y vigente en Santa Cruz. El regionalismo, si bien es una suspensión de antagonismos sociales, debe en todo momento articular los objetivos de restar la desigualdad no de las clases dirigentes, sino de quienes componen la región, y el caso del escritor es todo lo contrario.

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