Opinión

Los dueños de Chile

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29 de marzo de 2018, 4:00 AM
29 de marzo de 2018, 4:00 AM

La mayoría de los chilenos están familiarizados con el título de este artículo. Libros, artículos de opinión, estudios… un sinfín de escritos lo usan como nombre y con bastante razón.

Se dice “los dueños de Chile” a los integrantes de aquellas familias que tienen la propiedad del aparato productivo y el comercio de ese país, al punto de que lo gobiernan indirectamente.

La mayoría de esas familias tienen apellido extranjero por cuanto descienden de inmigrantes que llegaron a ese país entre fines del siglo XIX y principios del XX, se establecieron y, con el paso de los años, lograron forjar colosales fortunas. Algunos de los apellidos más conocidos son Luksic, Edwards, Matte, Paulmann, Angelini y Said. 

Luksic es el más conocido para los bolivianos porque es el apellido de Policarpo Luksić Ljubetić, un croata que emigró de una isla de Dalmacia y se casó con la potosina Elena Abaroa Córdoba, hija de Andrónico Abaroa y nieta de Eduardo Abaroa, el héroe del Topáter. El hijo de ambos, Andrónico Luksic Abaroa, labró fortuna en la minería y fue la cabeza del Grupo Luksic con cerca de 15.000 millones de dólares.

El Grupo Luksic se ha convertido en una multinacional que se basa en dos grandes empresas, Quiñenco y Antofagasta Plc. Esta última tiene operaciones en minería, fundamentalmente de cobre, pero también es propietaria del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia o Empresa Ferroviaria Andina.

Los potosinos comenzamos a escuchar hablar del Grupo Luksic cuando nos enteramos que también era propietario de la empresa Aguas Antofagasta que era la que vendía ilegalmente las aguas del Silala. Tras el reclamo boliviano por ese abuso, esta última  fue vendida al Grupo EPM de Colombia.

No es el único caso de una familia vinculada a los abusos de Chile, como es la explotación ilegal del Silala. Otro ejemplo es la familia Edwards, dueña del banco homónimo, que desciende de Agustín Edwards Ossandón que, con capitales chilenos e ingleses, fundó en 1868 la Compañía Melbourne Clark que después se convirtió en la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, que presionó al gobierno chileno de invadir
Bolivia cuando se le fijó el famoso impuesto de los diez centavos.

Son familias como estas las que, teniendo intereses multimillonarios en la situación surgida tras la Guerra del Pacífico, resultarían perjudicadas con un fallo adverso de La Haya en torno a la demanda boliviana. 

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