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19 de abril de 2018, 4:00 AM
19 de abril de 2018, 4:00 AM

Los atavismos, la inercia, la negligencia y qué intenciones más determinan que el servicio público esté estancado o en retroceso respecto de la buena y efectiva atención al ciudadano, manteniendo procedimientos verdaderamente absurdos en las instituciones del Estado, que no hacen más que complicar y provocar malestar, sumiéndonos en un absurdo sostenido. 

Cuando por algún trámite debe presentar un certificado de nacimiento, se exige que este sea  ‘actualizado’, no sirve el que guardó de la vez anterior, aunque eso le afecte a su economía y a su tiempo. 

Usted recoge de la Cancillería un documento consular enviado por valija diplomática o por medio del ‘sistema’, pero inmediatamente debe legalizarlo en la misma Cancillería que se lo acaba de entregar oficialmente. Antes debe hacer fila y pagar un valor, y podrá recogerlo solo al día siguiente, a determinada hora, donde debe volver a hacer cola, por tercera vez en el mismo trámite.

Ante la falta total de información sobre los requisitos para obtener la legalización de un certificado de notas, usted saca una ficha para preguntar en alguna de las ventanillas del Seduca. Después de una larga espera,  le dicen que debe salir al patio y buscar Informaciones (en un espacio poco visible y donde hay una fila más larga que la primera); cuando llega su turno, una funcionaria lo atiende apurada y con el peor humor posible.

Si necesita renovar o sacar pasaporte, debe ‘madrugar’ para obtener un lugar en la fila que ya da la vuelta a la media manzana; entretanto, verá cómo hay gente que llega y se ubica delante suyo después de haber pagado. Al entrar, se encontrará con unas oscuras escaleras que lo conducirán a un puesto de distribución de fichas que abrirá en horario de oficina, para que en una ventanilla le digan qué requiere y, si lo tiene, le den un formulario para pagar los valores en el banco autorizado. Luego deberá buscar otra ficha haciendo el mismo camino, ante la malhumorada funcionaria, para que le hagan la filiación y le saquen la foto. ¿Cree que es chiste? No, después de otra cola donde se pierde la noción de las horas transcurridas, de cumplir la exigencia  de ‘buena vestimenta’ y deshacerse en su rostro de cualquier abalorio, debe volver a recoger su pasaporte, previa nueva fila donde reparten las ficha en horario fijo, pues de lo contrario no se la darán y sin razones que valgan; volver al día siguiente, pero ‘a tiempo’.

¿Para qué hacerlo fácil si puede ser difícil?
No se pregunta usted si el certificado de nacimiento actualizado significa que puede nacer dos, tres o el número de veces que necesite presentarlo, ¿acaso los datos varían? ¿Puede comprender la razón de que la Cancillería se legalice a sí misma en los documentos que emite? 

¿Qué sentido tiene la vestimenta como requisito, atentando a la libertad y dignidad de las personas?  ¿Por qué se tiene que hacer la filiación dos veces y tenemos que pagar los valores en el banco después de obtener la autorización de un burócrata, si los requisitos, el monto a pagar, el número de cuenta y banco indicados pueden estar puestos en letreros visibles o mejor en una página web de Migración? 
Quien hace un trámite no sabe dónde quejarse, en vista de que los jefes no aparecen jamás y que en las filas cunde el temor de que por hacerlo ante los que se ven, se sufra el bloqueo de la gestión, más si se está presionado por plazos perentorios. 

Ya hace mucho tiempo que, sin lograrlo, venimos pidiendo a los gobiernos de todos los niveles y todos los tiempos que pongan esfuerzos y acciones serias para implantar la abreviación y simplificación de trámites, pues lo señalado y otras gestiones  son un verdadero martirio que mortifica y agrede a la mayoría de los buenos ciudadanos, dejándolos en manos de una frondosa, innecesaria, maleducada  y aviesa burocracia, además de ser el caldo de cultivo para la corrupción, el maltrato y la vulneración de derechos. 

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