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Los 13 años de Evo Morales

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20 de enero de 2019, 8:23 AM
20 de enero de 2019, 8:23 AM

Estamos a pocas horas de que Evo Morales complete 13 años ininterrumpidos en el poder e ingrese al último de su mandato constitucional, que debe concluir el 22 de enero de 2020. Si acatara el referéndum del 21-F, lo que prácticamente no ocurrirá, tendría 12 meses para una despedida honrosa, después de haberse convertido en el presidente con más años en el gobierno de la historia de Bolivia.

Probablemente no volveremos a tener en mucho tiempo otro político con ese récord, por lo que se posiciona como una de nuestras figuras más sobresalientes y, al mismo tiempo, más polémicas. Es indiscutible que ya está reconocido, no solo por los bolivianos, sino en el exterior, como un personaje notable. Si ganó tres elecciones presidenciales, con votaciones superiores al 50 y al 60%, es porque una parte del país le reconoce grandes méritos. Pero así como muchos lo quieren, otra parte importante de la nación no lo soporta ni aguantaría tenerlo cinco años más, como lo pretende hacer junto a Álvaro García Linera.

Inclusive algunos influyentes líderes, que empezaron el proceso ‘revolucionario’ con él, se alejaron y son ahora sus mayores críticos. Otros de sus seguidores lo respaldan y algunos que no lo siguen aprueban su gestión, pero opinan que su peor error será forzar otra postulación sin respetar el voto del 21 de febrero de 2016, cuando la población le propinó su primera gran derrota electoral. Si la consistencia moral de Evo Morales era su principal fortaleza, insistir con su candidatura puede resultar su entierro o el derrumbe del reconocimiento de su figura. Por lo tanto, hay dirigentes de su partido que le recomendaron darse una pausa para no arriesgar el proceso y volver después, como lo establece su propia Constitución.

Sin embargo, ni siquiera el poder divino podrá con su obsesión de continuar en la silla presidencial y que la justifica continuamente apoyándose en el supuesto deseo del pueblo, pese a que un 51% del electorado votó en contra de otra postulación.

Este martes 22 volveremos a escuchar la comparación de los 13 años de su Gobierno con los otros 180 años de los anteriores al suyo. La autocrítica no es precisamente una de las virtudes de sus intervenciones anuales. En cambio, el desprecio del pasado es su constante actitud para mostrarse como el salvador, sin reconocer siquiera que, para llegar adonde llegó, Bolivia atravesó dolorosos momentos y grandes transformaciones. Sin la recuperación de la democracia, Evo Morales no habría sido presidente.

No se pueden desconocer los avances de su Gobierno, principalmente en la reducción de la pobreza, la inclusión social y la estabilidad económica. Sin embargo, quedaron a medio camino la construcción de una matriz productiva diversificada y la consolidación de una institucionalidad seria y confiable. En cambio, su obsesión por el poder ha encaminado al país a una peligrosa descomposición de la calidad de la democracia.

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