Opinión

Lo que nos deja el paro cívico

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13 de enero de 2018, 19:20 PM
13 de enero de 2018, 19:20 PM

El empoderamiento del ciudadano ha sido el resultado más relevante del contundente paro de Santa Cruz contra el Código Penal y en defensa de la votación del 21-F. El desafío mayor horas después de la resonante movilización de vecinos es que sus representantes sepan de aquí en adelante administrar este valioso capital. Cualquier error estratégico puede debilitar la capacidad cruceña de ser el contrapeso al poder de uno de los gobiernos más fuertes y arbitrarios de la historia. Moderar la euforia y pensar medidas inmediatas e inteligentes son los imperativos para que Santa Cruz le muestre a Bolivia, como lo hizo otras veces, la ruta que más le conviene transitar si aspira a un futuro con democracia plena y con progreso permanente.

Otro efecto notable del paro es la emergencia y la consolidación de nuevos actores sociales con actitudes más críticas frente al desempeño de las élites locales y los excesos del Gobierno central. Se está gestando un Santa Cruz distinto y multifacético, en el que lograr la cohesión para enfrentar amenazas como el autoritarismo es un constante reto.

Quedó comprobado que por ahora y a pesar de sus altibajos, el Comité pro Santa Cruz sigue aún siendo el instrumento que puede canalizar demandas cuando el ciudadano pierde la confianza en los partidos o en otras organizaciones de intermediación. Frente a una nueva crisis de representación, la institución cívica resulta todavía una opción para apostar a una mínima cohesión que ayude a defender los derechos que el poder atropella.

Además de apuntalar la revitalización cívica, el paro último ha sacudido a los indiferentes y animado a los temerosos. La reacción ciudadana a las polémicas decisiones gubernamentales últimas ha sido sorprendente, después de una larga contención por el amedrentamiento o por la adaptación funcional a un escenario de imposiciones.

De otro lado, el paro reciente ha desnudado la incapacidad del Gobierno de leer adecuadamente la cambiante realidad del país y la de Santa Cruz. Es por eso que surgieron en el propio oficialismo al menos tres miradas sobre las causas de la conflictividad. Una apunta al gobernador cruceño, otra a los métodos de lucha del Comité Cívico y, la más sensible, a un posible rebrote del racismo, en los niveles de 2008.

El aturdimiento gubernamental por el paro queda también evidente con las diferencias entre las autoridades sobre el  camino a seguir. Por un lado está la apuesta del vicepresidente por el enfrentamiento directo y callejero con sus rivales, apelando incluso al rencor racial, y queda también el ala del ministro de Gobierno que se juega por la continuidad del diálogo. De la pronta elección de la ruta depende la certidumbre. Entre tanto, un poco de calma y sensatez nos vendría bien.