Opinión

Liderazgos atornillados

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3 de febrero de 2019, 4:00 AM
3 de febrero de 2019, 4:00 AM

La democracia alude a una sociedad libre, no oprimida por un poder discrecional ni dominada por una oligarquía cerrada y restringida, en la cual los gobernantes responden a los gobernados. Hay democracia cuando existe una sociedad abierta donde el Estado está al servicio de los ciudadanos y no los ciudadanos al servicio del Estado; también por democracia debemos entender poder tomar decisiones colectivas, es decir, vinculantes para todos, ejercidas por el pueblo, por la asamblea de los ciudadanos.

Bolivia, en los últimos años, atraviesa momentos difíciles de su historia democrática, en los que diversas fuerzas sociales, políticas, regionales y sindicales pretenden imponer sus puntos de vista a través de medios no democráticos, y cuando asumen el poder no quieren soltarlo ni admiten la alternancia como alternativa del poder político estatal. Esta situación se observa en candidatos presidenciales que se adueñan de los partidos, como es el caso del presidente Evo Morales, que con argucias legales y manipulación de la CPE consiguió ser habilitado para las elecciones de este año, pese a que el pueblo le dijo No en el 21-F. Además se amparó en falsas primarias, donde el objetivo debió ser el debate interno entre dos rivales del mismo partido, lo que no se dio. Luego están también los expresidentes Jaime Paz y Carlos Mesa, que cumplieron su ciclo histórico y se aferran a no ceder espacios a líderes jóvenes con nueva visión de país. Por lo visto, los líderes están atornillados y reticentes a los principios democráticos, sostén del sistema, como la igualdad, la libertad, la justicia y el pluralismo, pues cada uno de ellos ha conseguido desarrollar instituciones con normas que hacen posible convivir en democracia, pero al parecer nada importa el pluralismo, que significa aceptar y reconocer la variedad y no la uniformidad, el disenso y no el consenso, el cambio y no el inmovilismo.

Ante la crisis que azota el país, plagado de corrupción y violencia, urge una revolución moral que no trate de cambiar los efectos, sino cortar de raíz las causas. En ese objetivo encumbremos a líderes auténticos, congruentes y transparentes que sustenten la honestidad de sus acciones. Solo cambios conscientes y liderazgos esclarecidos comprometidos con la democracia nos devolverán la fe y esperanza de mejores días.

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