Opinión

La seguidilla de accidentes trágicos

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24 de marzo de 2018, 4:00 AM
24 de marzo de 2018, 4:00 AM

Hemos tenido que lamentar en la reciente semana y en el primer trimestre del año una seguidilla de tragedias en las avenidas y carreteras con muertes de personas muy jóvenes, siempre casi por las mismas causas. Imprudencia de los conductores, que se suben ebrios a los motorizados o que transitan a altas velocidades sin considerar mínimas medidas de seguridad, y el pésimo estado de varias de las rutas.

En los últimos días la fatalidad ha alcanzado ante todo a motociclistas. El primer caso fue el de un hombre y un niño que quedaron debajo de las ruedas de un camión en una avenida cuando transitaban rumbo a un colegio. Ambos perdieron la vida. En el segundo caso, tres jóvenes también fallecieron como resultado del choque frontal de dos motocicletas, ocurrido de noche en una carretera de la zona este del departamento. Hace unas horas, un estudiante de un conocido instituto de formación quedó junto a su motocicleta debajo de otro vehículo en el kilómetro 8 de la doble vía a La Guardia. El motivo del accidente fue un bache que el conductor intentó esquivar.

Así como estos motociclistas, varias otras personas han perdido la vida en las calles y en las carreteras. Son cotidianos los reportes de transeúntes que mueren atropellados, de embarrancamientos de buses que dejan fallecidos y de choques en rutas muy transitadas, como las que conectan a Santa Cruz de la Sierra con el norte cruceño, con Trinidad, con la Chiquitania y con el interior del país.

Han quedado pendientes una serie de medidas para evitar las tragedias viales y que se activan parcialmente solo cuando ocurren protestas o cuando los medios de comunicación registran que los accidentes están entre las principales causas de la creciente tasa de mortalidad en el país.

En el caso de los motociclistas, se cumple a medias una exigencia mínima como es el uso del casco de seguridad. También muy pocos conductores de vehículos llevan puestos el cinturón de seguridad. El estado de muchos motorizados es deficiente, ya que tienen problemas técnicos evidentes, a pesar de que pasan sin objeciones la revisión cotidiana de Tránsito. Tampoco hay certezas de que todos los choferes obtuvieron la licencia de conducir después de un riguroso examen, y otros simplemente manejan sin el permiso. 

En las carreteras a la Policía Caminera casi no se la ve y en las trancas los controles son flojos. En la ciudad hay mala señalización y los semáforos no se respetan. Finalmente, en las terminales se deberían reactivar los GPS para monitorear a los buses y hay que garantizar que sus conductores no suban ebrios o cansados.

Lo del pésimo estado de las vías es un problema más estructural y grave. Como se ve, son muchos los males a atacar para que las tragedias dejen de rondar a cada minuto por las calles y las carreteras. Las muertes seguirán si no se asume la seguridad vial como una prioridad del Estado.

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