Opinión

La salida soberana al Atlántico

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2 de noviembre de 2018, 4:00 AM
2 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Puerto Busch es la esperanza de que Bolivia acabe con la falta de un acceso soberano al mar. Lo fue desde comienzos del siglo XX, cuando el triángulo Dionisio Foianini, junto al río Paraguay, fue adjudicado a Bolivia en virtud del Tratado de Petrópolis firmado con Brasil en noviembre de 1903. Sin embargo, dormía el sueño de los justos debido a la negligencia de los políticos bolivianos y una mirada celosa desde el centralismo histórico que nunca quiso un desarrollo geopolítico de Santa Cruz por esa vía.

Hoy, el fracaso de la demanda marítima contra Chile ante la Corte Internacional de La Haya y el virtual cierre de una salida soberana sobre el Pacífico, nos lleva a mirar nuevamente hacia el este, donde sí es efectiva la salida por la hidrovía Paraguay-Paraná.

Puerto Busch se complementa con los puertos Jennefer, Aguirre y Gravetal, que acaban de obtener certificación internacional para operar con carga hacia los mercados del mundo. Puerto Busch todavía no la tiene y es fundamental que el Gobierno apure las gestiones para que así sea.

Por esta vía podrían circular más de la mitad de los 10 millones de toneladas que exporta Bolivia cada año, lo que rompería la dependencia que actualmente tenemos respecto de los puertos chilenos de Arica e Iquique.

Las exportaciones de soya, aceite vegetal, hierro, urea, clínker y las importaciones de combustibles, diésel, gasolina y carga en general tienen, en este sentido, una posibilidad concreta para llegar a otros mercados.

Pero no todas son buenas noticias. Los empresarios cruceños vienen reclamando la alternativa por Puerto Busch desde hace décadas. Para que esta realmente sea viable se requieren multimillonarias inversiones para la instalación de infraestructura, para el dragado del río y para los accesos viales que hoy son insuficientes para el traslado de la carga boliviana.

Por supuesto, esto no será posible si seguimos mirando el país únicamente hacia el occidente. La fuerte vinculación con Brasil y Argentina, y la salida hacia el Atlántico a través de Paraguay y Uruguay nos señalan que allí también hay una opción geoestratégica fundamental para el desarrollo de la economía boliviana.

Esta decisión debe complementarse, por supuesto, con el fortalecimiento del puerto peruano de Ilo, donde Bolivia tiene facilidades acordadas con Lima, que tampoco hemos podido aprovechar gracias a la desidia y el olvido de nuestra clase política.

El enclaustramiento debe quedar en el pasado, pero no por el favor de otras potencias, sino por la inteligencia y la organización de nuestras propias fuerzas.

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