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15 de agosto de 2019, 4:00 AM
15 de agosto de 2019, 4:00 AM

Cuando sucedió la crisis de inicios de siglo, y los partidos políticos fueron desplazados del escenario político por una opción novedosa y que en su momento prometía grandes trasformaciones sociales como el MAS, los sujetos sociales que habían expresado su rechazo al modelo neoliberal, y habían sido protagonistas la guerra del agua y más tarde la guerra del gas, cerraron filas detrás de esta nueva opción político electoral. De hecho, quienes dieron origen a ese partido no fueron los ciudadanos de a pie, sino sectores orgánicos como los cocaleros, sindicatos campesinos y pueblos indígenas, a los que se sumaron más adelante otros sectores organizados.

De ahí que el discurso y oferta político electoral del MAS respondió en 2005 a las demandas y reivindicaciones de dichas organizaciones. No hay que olvidar, por ejemplo, que incluyó en su propuesta la Asamblea Constituyente, debido a que éste era uno de los pilares fundamentales de la agenda de octubre.

Catorce años después, el MAS ha ensanchado su base social, hoy dice representar a “toda la sociedad boliviana”, “al pueblo”. La impronta indigenista de principios de siglo, que lo llevó a su posesión en el Tiwanacu y luego, a dar un tour por distintos países del mundo con la famosa chompa a rayas como un signo de humildad, han sido prácticamente abandonados en la vorágine del poder. Para qué se necesitan otros partidos si el MAS representa a todos, dijo alguna vez una autoridad jerárquica del actual Gobierno. Al parecer ese discurso ampliado, policlasista y con un fuerte sesgo nacional popular hoy está encarnado en la campaña del MAS, con lo cual pretende hacer desaparecer a cualquier posible amenaza que ronde su reelección.

La sociedad boliviana también ha cambiado en los últimos lustros, de acuerdo a diversos datos, los índices de pobreza han disminuido, los movimientos sociales como entidades orgánicas se han debilitado ya sea por su subordinación al Estado -subordinación pasiva, diría Silvia Rivera-; porque su capacidad de interpelación ha disminuido, o porque el oficialismo las ha dividido, en todo caso han perdido vigor; y de alguna manera ha crecido silenciosamente una capa social denominada con cierto desdén “clases medias”, ambigua, amorfa, casi indefinible por su diversidad.

Sin embargo, es un sector que encierra sorpresas políticas, pues no solo es cuantitativamente muy grande, y en ciertos casos, económicamente muy poderosa, sino que no cuenta con una identidad política determinada, ésta se adscribirá sin duda a la búsqueda de seguridad económica y a la defensa de sus intereses particulares, asociados a más mercado y menos Estado.

Solo así, y después de hacer evidentes las alianzas con el empresariado grande del país, se entiende el reciente discurso electoral del MAS, cuyo epítome expresó con contundencia el ministro Romero en el programa televisivo en el que se difundieron las últimas encuestas a escala nacional, y que aludía a la sed de certidumbre que tiene el pueblo boliviano: “La población ha entendido que el futuro asegurado es Evo” dijo, y aludió también a la posible amenaza: “La población no quiere tarifazos ni impuestazos, que son las recetas neoliberales”. Tal vez el pueblo boliviano también ha entendido que no hay lugar para otros que no sean la única opción de continuismo en el poder.

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