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30 de septiembre de 2018, 4:00 AM
30 de septiembre de 2018, 4:00 AM

El título de este libro (Ediciones Deusto, 2018), que puede parecer una idea ridícula, no deja de impactar, asombrar y crear cierto prurito de curiosidad. Sus autores, José Luis Cordeiro (Instituto de Massachusetts) y David Wood, (Universidad de Cambridge), dos insignes tecnólogos e investigadores de los principales avances científicos sobre el envejecimiento, de inicio nos interpelan a quemarropa: ¿será la muerte, en apenas unas décadas, algo opcional? ¿Podremos curar el cáncer y el alzhéimer? ¿Será posible detener el envejecimiento?

Si bien son múltiples los progresos de la ciencia y la tecnología, no menos cierto es que el origen de la vida continúa siendo un misterio. Si bien se dice que la vida surgió para vivir no para morir, hasta ahora el paradigma en la investigación del envejecimiento fue que todos los organismos degeneran y mueren. Sin embargo, mentes brillantes como Aubrey de Grey, presidente de la Fundación Matusalén (personaje bíblico que vivió 969 años), ya hablan del envejecimiento como una enfermedad curable. A ello suma la constatación de que existen organismos como las hydras o algunas especies de medusas, el cáncer y las células madres, que ostentan inmortalidad replicativa, es decir, con cualidad de reproducirse indefinidamente. Asimismo, en el campo experimental se ha logrado extender la vida de ratones hasta el equivalente de 180 años humanos. Esto y otros datos más animan a los ensayistas de este best seller a sustentar una sentencia premonitoria: “Hacia 2045 moriremos a causa de accidentes, pero nunca por muerte natural”.

De lograr este objetivo, dejarían de morir por causa del envejecimiento alrededor de 150.000 personas cada día, siendo que en países más avanzados, el porcentaje de la gente que fallece por envejecimiento y enfermedades como las cardiovasculares, el cáncer o las dolencias neurodegenerativas es todavía mayor.

Para unos, este apasionante camino establecerá nuevos dilemas de tipo filosófico, religioso, económico, familiar e incluso nos llevará al campo de la bioética (presencia de enfermedades transmisibles frente a inmensos recursos destinados a prolongar la vida, sobre todo de los más ricos). Otros afirman que la respuesta no es sólo ética, sino que además ello conlleva una responsabilidad moral; legalmente, dicen, el derecho a la vida es sin duda uno de los derechos más importante del hombre. Sin embargo, para Cordeiro y Wood, esta no debe ser una pelea entre el oscurantismo y tradicionalismo frente a los utopistas para ver quién grita más alto.

Santa Cruz tendrá la oportunidad de escuchar de viva voz a José Luis Cordeiro sobre su libro. Estará entre nosotros del 8 al 10 de octubre próximo, además de otros futuristas internacionales, con ocasión de celebrarse el Futures Week (Semana de los futuros), marca creada por Unifranz, que es el Nodo Bolivia del Millennium Project –reconocido como uno de los mejores think tanks del mundo– y de la Red Iberoamericana de Prospectiva (Riber).

Con tantos adelantos tecnológicos en esta época donde prima la sociedad del conocimiento, duele que los cruceños nos enfrasquemos todavía en discusiones bizantinas, fútiles y estériles por naturaleza, sin ver que el tren del futuro puede pasar por Santa Cruz sin darnos cuenta. Cordeiro y Wood aclaran que “el problema de fondo no es la inteligencia artificial, el problema real es la estupidez humana”, a lo que yo agregaría la falta de sentido común, como lo narra muy bien mi buena amiga Maggy Talavera. ¡Dios salve a Bolivia de la mediocridad!

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