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19 de julio de 2019, 4:00 AM
19 de julio de 2019, 4:00 AM

El gobierno se aplazó cuando perdió el referéndum del 21- F. Se desquitó a la velocidad del rayo cuando se dio cuenta que la seriedad de un referéndum perdido se puede borrar mediante trampas capaces de anular ese resultado y además garantizar que nunca más se perderá. Una campaña electoral exitosa debe tener al menos cuatro factores:

1) un liderazgo reconocido, 2) una organización nacional bien estructurada, 3) recursos correctamente administrados, 4) un programa de gobierno capaz de atraer a la mayoría del electorado. Hay además dos factores de éxito menos reconocidos: 5) capacidad de hacer política en serio y 6) capacidad de hacer trampas, como asegurarse de que el organismo electoral le sea favorable. Estos factores se aplican a los que aspiran a la Presidencia y Vicepresidencia como a la Asamblea.

Con la maquinaria y el presupuesto del Gobierno a su favor, los oficialistas dejan atrás al principal opositor. Los opositores, excepto Carlos Mesa, contribuyen al éxito de la fórmula Evo-Álvaro de dos maneras: dividen el voto opositor y aumentan la probabilidad de que Evo y Álvaro ganen en la primera vuelta. Y segundo, atontados por su vanidad personal, facilitan que el MAS obtenga dos tercios en la Asamblea. No pueden negar que está ayudando a perpetuar una dictadura disfrazada de democracia.

Cuando el No ganó por una diferencia de 136.382 votos en el referéndum, el gobierno intentó anular ese resultado mediante la falacia de que había perdido porque “el imperio” difundió la “falsa noticia” de que el presidente Evo Morales tuvo un hijo con una joven que había obtenido un contrato por alrededor de $us 600 millones para la empresa china donde ostentaba un alto cargo sin tener ninguna calificación para ello. No se dio una explicación de por qué Evo Morales firmó un certificado de nacimiento de un supuesto hijo suyo con Gabriela Zapata nombrado con fervor revolucionario como Ernesto Fidel Morales Zapata.

Tampoco se explicó por qué la señorita Zapata atendía sus asuntos desde el despacho de la primera dama.

El Gobierno se aseguró de que no apareciera este hijo y de que Gabriela no abriera más la boca metiéndola a la cárcel en condiciones más cómodas y tal vez mejor remuneradas que el resto de las reclusas. Al comprobar el efecto distractivo de este cuento chino, los estrategas del Gobierno montaron rápidamente el decálogo de trampas y mentiras: Promulgar una Ley de Organizaciones Políticas amañada y adelantada para obligar a los partidos opositores a inscribir sus candidatos de manera dispersa, evitando que negocien acuerdos y pactos. Desactivar a las plataformas ciudadanas para que diluyan su activismo en medio de las campañas electorales y desistan de la consigna Bolivia dijo No.

Manipular descaradamente al organismo electoral para garantizar un árbitro parcializado a favor de los candidatos oficiales. Cooptar al secretario general de la OEA para que se pronuncie solapadamente a favor de los candidatos oficiales. Declarar que la humillante derrota de La Haya fue un gran triunfo porque esa Corte reconoció que Bolivia nació con una costa marítima. Asimismo, anunciar que somos el corazón energético de América del Sur gracias a casi agotados excedentes de gas supuestamente obtenidos por los gobiernos del MAS.

Declarar que la lucha contra la corrupción y el narcotráfico son políticas exitosas del Gobierno, pese los indicios de protección a esta actividad. Señalar que la reforma de la justicia es una prioridad cuando se manipula a jueces y fiscales para perseguir opositores. Levantar las banderas del indigenismo y el socialismo cuando cuatro gatos que no hablan lengua nativa se benefician de un capitalismo estatal aliado al privado. Ante esta muralla, la proliferación de candidatos opositores que solo apuntan a meter unos pocos diputados al Parlamento no hará otra cosa que ayudar a que esos cuatro gatos obtengan los dos tercios en la Asamblea, sigan controlando todos los poderes del Estado y se hagan due- ños y señores de una sociedad sometida a sus designios. Es hora de que los ciudadanos de a pie aprendamos a cambiar pañales.

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