Opinión

La mala hora

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29 de septiembre de 2018, 4:00 AM
29 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Sigan eligiendo magistrados masistas y veremos cómo Bolivia vuelve a la era de las cavernas. Porque quienes administran las leyes hoy, son, en su mayoría, unos verdaderos cavernícolas. Basta con oírles hablar y desde luego con ser testigos de sus investigaciones, acusaciones y fallos, como para convencerse de que si antes la justicia no era nuestra materia con la nota más alta, estaba bastante mejor que lo que tenemos hoy.

El MAS – y sobre todo S.E. – no hace otra cosa que comparar todo con lo que sucedía en el país el año 2005, año nefasto por el advenimiento del “proceso de cambio”. El 2005 se producía tanto hidrocarburo y ahora tanto, se vendía tanto gas y ahora tanto, se crecía a tal ritmo y ahora a tanto, había tantos coliseos y ahora tantos, había tantas escuelas y hospitales y ahora tantos, y claro, ni el MAS ni S.E. dicen que hace 13 años que gobiernan y que se han gastado tal cantidad de dólares que no cabe en la cabecita de ningún boliviano.

Pero ya es el colmo que algunos se atrevan a decir que ha mejorado la justicia con eso de las elecciones judiciales. Tienen la osadía de afirmar que antes la magistratura se cuoteaba entre los principales partidos que estaban en torno al poder. Sin embargo, hay que decirles que eso era preferible a que todos los magistrados pertenezcan a un solo partido, al MAS. ¿O acaso es más justo que todos salgan de la misma bolsa a que provengan de distintos lugares? ¿Es más democrático lo que sucede hoy o era más democrático lo que sucedía antes? El dominio que tiene el oficialismo sobre la justicia es vergonzoso y es la madre de todas las desgracias que estamos viendo en los últimos años, desde el Hotel Las Américas, pasando por Leopoldo Fernández, doña Zapata, y una sucesión de arbitrariedades y faltas graves que culminan con este repugnante tema del bebé Alexander y del doctor Fernández. Esto es algo nauseabundo, donde las contradicciones entre la judicatura, los acusadores y el Gobierno han concluido en un papelón.

Los próximos gobiernos van a tener mucho trabajo con el tema de la justicia y será urgente realizar importantes reformas, empezando por archivar la malhadada elección judicial. La justicia debe cambiar no solo exigiendo la graduación de buenos profesionales, sino comenzando por la apariencia externa de los magistrados. Es cierto que la pobreza puede no permitir que un profesional vista bien; pero no se trata de elegancia ni mucho menos, sino de decoro. Desde que los masistas salieron a cortar corbatas en las calles de La Paz, con un abuso inaudito, todo se jodió.

Fue un hermoso pretexto para quienes siempre habían considerado que vestir formalmente y bañarse era cosa de burgueses. Nadie pide que en el trópico cálido se obligue a la corbata porque es un verdadero suplicio, lo sabemos. Pero que usen una camisa limpia y se afeiten diariamente es lo menos que se puede pedir. ¿Cómo es eso de los fiscales con jeans descoloridos, camiseta de Oriente Petrolero y con barbas y cabellos desprolijos? ¿Cómo pueden impartir justicia unos magistrados a quienes no se les ven los ojos porque se chantan unas gafas como para ciegos? ¿O unas juezas con jeans talla especial y calzando plataformas de 12 cm?

Togados se les llama a quienes imparten justicia. Y en Roma la toga iba a la par con la aplicación del derecho romano; rayaba a esa altura. En Bolivia nuestra justicia está a tono con la forma en que visten nuestros magistrados, es decir toda una chabacanería. No es posible que en una sala plena se confunda a un magistrado con un ujier. El resultado de confundir a un togado con su chofer no es un asunto menor en esta materia tan delicada. Hay que mantener la compostura. No debemos confundir un ideal social superfluo con la falta de aseo. Todo va relacionado en la vida.

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