Opinión

La imaginación al poder

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8 de mayo de 2018, 4:00 AM
8 de mayo de 2018, 4:00 AM

Este título podría ser un buen eslogan para las generaciones actuales, no es –empero– mi intención abordar este tema. Veamos. Con demasiada frecuencia, declaraciones de hechos políticos, actos de poder o argumentaciones emitidas como fundamento del accionar en los regímenes populistas, a más de herir la inteligencia del hombre común, desafían la lógica ciudadana. 

Cualquiera, acostumbrado a manejarse en una democracia y un sistema de valores en que las cosas que se hacen o se dicen mantienen coherencia y se muestran como expresiones naturales de la vida cotidiana, queda desconcertado cuando, por ejemplo, nos enteramos de que un criminal expresidiario con dos asesinatos a cuestas es nombrado presidente del Tribunal Supremo en Venezuela.

Que si no se apoya a Evo “el sol se esconderá y la luna se escapará”, (A. García Linera); que hay que sacrificar a los caballos por ser una herencia de la Colonia (Evo Morales); que el dictador Maduro, cuyo Gobierno llevó a Venezuela al colapso total y la miseria absoluta, no tenga ningún inconveniente en declarar que “Él es el camino” para la grandeza venezolana. 

Que un tribunal supremo con 65 denuncias judiciales sea el encargado de administrar la justicia en Bolivia y declarar procedente una repostulación antidemocrática, o que se construye un estadio de fútbol para 1.500 espectadores en un pueblo (Pucará) con exactamente 1.500 habitantes, incluidos bebés recién nacidos y ancianos al borde de la muerte. 

¿Cuál es límite del discurso populista?  Parece que al menos, de momento, no tiene límite alguno, lo que en realidad no debiera asombrarnos. Todos los regímenes de corte fascista, sean estos de derecha (como  el nazi) o de izquierda, (como el fascismo estalinista), hacen uso intensivo de esta estrategia, porque cualquier límite en el razonamiento, cualquier lógica aplicada a la realidad, los desnuda y la ambigüedad, que es la cuna de su poder, se hace añicos.

Si de algo requieren los regímenes de corte totalitario, particularmente los populistas (que no son más que una variante del fascismo), es permanecer dentro de los límites de un discurso ambiguo en el que cualquier cosa tenga cabida, y, en consecuencia, sea relativamente fácil deslizar la fantasía, la imaginación perversa o la mentira desembozada como verdades incuestionables. Todos sabemos –sin embargo– que la mentira tiene patas cortas. Cuanto más cortas, más cerca está su final.

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