Opinión

La difícil misión de ser dignos sin libertad

El Deber logo
18 de noviembre de 2018, 4:00 AM
18 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Pocas personas han logrado sobrevivir con dignidad a los encierros a las que han sido sometidas por fuerza de la ley o por la imposición de regímenes totalitarios. Una de las raras excepciones debe ser Nelson Mandela. Y cuando se dice encierros, se alude no solo a las tradicionales y crueles celdas vistas en las cárceles, sino también a otros no definidos por cuatro paredes, como lo son los que padecen quienes viven en dictaduras. Cuba es el ejemplo más cercano: sus habitantes viven presos a los designios de un régimen que lleva ya más de medio siglo en el poder. Este tiene las llaves de la gran prisión que es hoy la isla.

Una dolorosa realidad que ha reflotado hoy con todas sus fuerzas con el drama que están a punto de vivir alrededor de 8.300 médicos cubanos enviados por su gobierno a Brasil, en el marco del programa Más Médicos, que avala la Organización Panamericana de la Salud. Mientras estuvo el PT en el gobierno brasileño, todo parecía correr muy bien. Pero hoy, con la confirmada elección presidencial de Jair Bolsonaro, el programa no seguirá tal como lo habían acordado las cúpulas del PC y del PT. Asumido hombre de derecha y duro en su rechazo al régimen comunista de Cuba, Bolsonaro anticipó que cambiará las reglas del programa Más Médicos: exigirá reválida de títulos a los cubanos e impondrá como vía única de contratación la individual y no más la colectiva.

Unas condiciones que el régimen cubano se niega a aceptar. La contratación colectiva le permite al régimen mantener el control sobre cada uno de los médicos enviados a Brasil, a los que le confisca el 70% del sueldo que reciben del gobierno brasileño y les prohíbe, tal como es la norma para todos los cubanos, disponer de su tiempo, ocupación y traslados de un lugar a otro con libertad. Cuba ha dicho que regresará a su país a todos los médicos y dispondrá de ellos para servir en otros países. Actualmente, Cuba mantiene bajo ese mismo régimen a otros miles de médicos en 67 países. La paga que estos reciben de los gobiernos para los que trabajan se constituye desde hace años en una importante fuente de ingresos para el régimen cubano.

Bolsonaro ha anticipado que ofrecerá asilo a los cubanos que deseen permanecer en Brasil, bajo las nuevas reglas. Ganando y siendo dueños de los 3.100 dólares que les paga el gobierno brasileño, pero de los cuales hoy solo perciben 30 por ciento o menos. Parece una elección fácil, pero no lo es. Las familias de esos médicos cubanos están en Cuba, y no tienen la libertad de salir de su país cuando deseen y viajar hacia donde quieran. ¿No es esta una realidad dolorosa? ¿Por qué ha llegado a ser “normal” a los ojos de gran parte de la comunidad internacional que haya ciudadanos prisioneros en sus propios países? La censura debería llegar también a los gobernantes de Cuba. O sobre todo, a ellos.

No será una decisión fácil para los médicos cubanos. Como no la ha sido la de miles de otros cubanos que han desertado en las últimas décadas, sobre todo deportistas enviados a olimpiadas y torneos mundiales. Todos ellos movidos por la urgencia de encontrar mejores condiciones de vida y, sobre todo, por la necesidad humana de ser libres. Ninguno de ellos indigno, como da a entender Cuba al afirmar que jamás renunciarán a la dignidad “por dinero alguno, ni por condiciones materiales”. ¿De qué dignidad hablará el gobierno cubano, cuando él mismo pisotea la de sus gobernados, negándoles uno de los derechos fundamentales como es el ejercicio pleno de sus libertades? ¿O al confiscar sus dineros, disponiendo arbitrariamente de los mismos?

Duele conocer esta realidad. Más aún cuando parece que no hay posibilidad alguna de modificarla. Mucho más al comprobar que poco importa al resto de los países. El peligro es que un drama como este quede en el olvido, soterrado bajo las pugnas ideológicas de las cúpulas que disputan el poder en el mundo.

Tags