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14 de marzo de 2019, 4:00 AM
14 de marzo de 2019, 4:00 AM

En 1982, cuando se instauraba el primer gobierno democrático de la UDP, el tema principal de disputa política giraba en torno a la democracia. Esto se debía a que la coyuntura estaba marcada por el clivaje dictadura-democracia. En ese momento, la sociedad boliviana y los actores políticos, en particular, se sentían auténticos protagonistas de su reconquista y de la derrota a cruentos gobiernos dictatoriales como el de Banzer o de García Mesa. En torno a este tema se reordenaba el tablero político, los discursos y los sujetos. Los partidos políticos, por una parte, se adscribían de manera muy clara a una visión institucionalista de la democracia; es decir, a la necesaria construcción del casi inexistente andamiaje institucional traducido en entidades burocráticas y procesos de discusión y aprobación de leyes. Por otra parte, los movimientos sociales fuertemente articulados a la COB y a la recientemente conformada CSUTCB, junto con algunos partidos que se encontraban en los márgenes del sistema como el POR, propugnaban la radicalización de una democracia, pues esta solo constituía una etapa burguesa transitoria hacia la conquista del socialismo y del verdadero gobierno del pueblo. Alrededor de estas dos posiciones se disputaba el sentido de la democracia, se dirimían sus significados.

¿Por qué resulta interesante traer a colación aquel momento político? Porque hoy, en una coyuntura estructuralmente distinta y con características muy diferentes, nuevamente la democracia se convierte en el factor principal de disputa política en el campo discursivo y simbólico. De donde se puede inferir que, en momentos en que la democracia goza de buena salud y constituye el referente principal del funcionamiento del sistema, no es materia de discusión; sin embargo, cuando está en juego su sobrevivencia, se convierte en un elemento de ruptura, divide las posiciones políticas, se convierte en el principal factor de disputa política.

La crisis de la democracia comienza con el desatinado accionar de los partidos a principios de siglo y cuando, una década más adelante, también entran en crisis los factores que la sostuvieron y condujeron a la realización de la Asamblea Constituyente. Ese acontecimiento inédito permitió reinventar la democracia con una participación ampliada de la sociedad; no obstante, sus disposiciones comenzaron a caerse a pedazos y hoy se encuentran deslucidas y opacas, se vaciaron de sentido puesto que fueron naufragando en la dinámica de poder del actual gobierno.

Así los temas que acompañaron la Asamblea Constituyente como plurinacionalidad, la descolonización, la revolución cultural, el socialismo comunitarista, entre muchos otros, que interpelaron a la sociedad boliviana detrás de la expectativa de una transformación, hoy son sustituidos por discursos que justifican el continuismo en el poder, la acomodadiza agenda 2025 y la estabilidad económica.

Nuevamente, alrededor de los sentidos de la democracia se ha configurado el escenario de disputa entre quienes se han alineado a la defensa intransigente de la democracia asociada al respeto a la ley y la institucionalidad como los partidos opositores, los activismos ciudadanos, los movimientos indígenas y una parte de la opinión pública; mientras que, en el partido de gobierno, las organizaciones sociales aliadas al MAS enfatizan en los avances históricos de la participación social en estas transformaciones. Estas visiones confrontadas, reflejan hoy nuevamente su crisis, pero también, tímidamente, las condiciones para su sobrevivencia

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