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20 de marzo de 2019, 4:00 AM
20 de marzo de 2019, 4:00 AM

Hay personas que siempre culpan a otros de sus desgracias, tropelías y errores. También lo hacen los gobiernos autoritarios. Echar la culpa a los demás es común cuando el propósito es deformar la verdad. Y lo hacen a sabiendas de que sus excusas son poco creíbles. Se ve cuando se trata de ocultar corrupción, incapacidad e indolencia. Está sucediendo con el apagón en Venezuela.

El régimen de Nicolás Maduro atribuye ese desastre a un ataque cibernético del gobierno de EEUU a las turbinas y las líneas de transmisión de la presa hidroeléctrica del Guri. El chavismo acusó al presidente encargado Juan Guaidó y al senador de EEUU Marco Rubio. Pero ‘la mentira tiene patas cortas’: “El sistema Scada, que regula y controla la Red Troncal de Transmisión (en Venezuela), es donde supuestamente se originó el supuesto “sabotaje”. Pero José Aguilar, ingeniero y experto en el sector eléctrico, afirma que el Scada no puede ser manipulado desde el exterior, por lo que descarta la manipulación informática. El Scada, además, no está conectado a ninguna red, lo que hace inviable la posibilidad de algún hackeo”. (Javier Brassesco / Fernando Núnez-Noda. Verifikado, 10.03.2019). La versión del presunto sabotaje no solo la lanzó el régimen de Maduro; fue compartida por el presidente de Bolivia y por voceros de los gobiernos de Cuba y Rusia. Claro, sobre la verdad, prevalece la solidaridad mal entendida.

Lo curioso es que el mandatario boliviano, que ahora repite una falsedad en el caso del apagón de Venezuela y que procura desconocer el resultado del referendo del 21 de febrero promovido por su gobierno para legalizar su ‘prorroguismo’ por supuestas mentiras de la oposición, haya anunciado. “Estoy pensando, tal vez, hay que preparar una ley contra la mentira“.

Sin embargo, hay una recopilación de las mentiras del presidente. Alejandra Serrate, en su artículo ‘Las 10 mentiras más grandes de Evo y García Linera en los últimos 4 años’. (Eju.tv, 01.11.2018) da cuenta de esta reiterada conducta del mandatario. Está claro, entonces, que para ciertos jerarcas prevalece, sobre la verdad, la versión distorsionada o falsa que mejor les acomoda. Es que “todo error o ineptitud es culpa de los otros”. Y no se repara en que ahora se defiende con una falsedad a un oprobioso régimen como el de Maduro.

La política, así entendida, no solo disminuye la imagen de los gobernantes, también la de los ciudadanos que de buena fe los eligieron.

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