El Deber logo
8 de febrero de 2018, 4:00 AM
8 de febrero de 2018, 4:00 AM

Alrededor de los Estatutos Autonómicos cruceños rebrota periódicamente la polémica inútil. Inútil porque de nada sirve llorar por la leche derramada, ni encapricharse como niño. Inútil porque los sentimientos, por muy grandes, por muy importantes que sean, no tienen la lógica de la historia ni de la política. Inútil porque solamente divide, debilita, mata. No construye.


Hace poco se dijo que con la promulgación de los nuevos Estatutos se había enterrado la autonomía, se había hecho imposible ese régimen incubado durante décadas y soñado intensamente en los días de los cabildos millonarios ¿Qué le parece? Parece que no. Como todo, la autonomía es un proceso. Nada en la historia es definitivo. Nada se diseña para toda la eternidad, como nada se destruye sin remedio. Nada es perfecto. Todo es perfectible. No es posible cerrar ninguna puerta al futuro, ni es posible enterrarlo. Ni el sueño aquel es el ideal sublime intocable, ni cayó del cielo como un bloque, ni se puede pensar que exista un único camino para avanzar.


Ya es demasiado larga la polémica. Por un lado, algunos gestores de aquel primer proyecto de estatuto. Por el otro, los que tienen el encargo y el reto de hacer posible la vida y hacer realidad la autonomía. Los primeros son los teóricos que, aun antes de que pudiera existir, abrieron brecha con una primera ley que apoyamos y nos motivó. Los otros, los que más allá de las teorías, no tienen la misión de conducir una guerra, sino de poner en movimiento a un departamento inmenso y darle vida en un país real, sembrado de leyes y tensiones peligrosas. La barrera que divide a ambos es la nueva Constitución, que, con su historia y sus limitaciones, nos guste o no, es la ley máxima ¿Qué hacer? Hay dos caminos irreconciliables. O vivir en guerra permanente, con explosiones y con caídos, o aceptar la realidad y trabajar serena y seriamente para cambiarla. Después de aquel primer proyecto ha llovido mucho y el país ha cambiado. Ha cambiado el escenario y ha cambiado el ámbito de lo posible. No se puede pensar en declaraciones de guerra contra todos los poderes del Estado. Solo es posible, en convivencia pacífica e inteligente, dar pasos por los vericuetos que ha dejado la norma y que han olvidado los dictadores.


¿Para qué buscar una guerra eterna? ¿Para qué exacerbar la represión vengativa? ¿Para qué más víctimas absurdas? ¿Para qué la polarización que nos enferma de odios? Gastando menos sangre y menos bilis, pero con más inteligencia es posible avanzar sólidamente. Podremos disfrutar de cada paso dado. Podremos descubrir mil conquistas intermedias que nunca imaginamos. Podremos hacer autonomía al andar enamorando a nuestra gente con el reto de hacer posible cada paso y cada sonrisa autónoma. Podemos mostrar a toda la patria que el camino de la autonomía puede ser el mejor.

Tags