Opinión

La Constitución, diez años después

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13 de febrero de 2019, 4:00 AM
13 de febrero de 2019, 4:00 AM

La Constitución Política del Estado (CPE) ha cumplido una década, como una década tiene el Estado Plurinacional. En este tiempo se han producido cambios trascendentales en Bolivia, pero también distorsiones de los principios que inspiraron la construcción de la Carta Magna en la Asamblea Constituyente.

El análisis no puede desconocer que la demanda de una nueva CPE no es de este siglo, comenzó en 1990, con la Primera Marcha Indígena por el Territorio y la Dignidad y se fue reafirmando en los años siguientes, poniendo en evidencia los desequilibrios sociales y económicos que imperaban en el país. Entre 2003 y 2006 era imposible desoír ese clamor, que ya se había convertido en una lucha ciudadana.

La Constitución Política convirtió a Bolivia en un Estado Plurinacional, reconociendo a 36 naciones de pueblos indígenas y originarios, así como sus lenguas como lenguas oficiales del país. Asimismo, se instituyó un Estado Autonómico, que fue fruto de una lucha incesante de varios departamentos (liderados por Santa Cruz) y a pesar del oficialismo que rechazaba este modelo en un principio y que después lo adoptó, pero bajo sus propios parámetros.

En la nueva Carta Magna, la justicia tuvo un protagonismo central, porque se estableció que las autoridades del Poder Judicial sean elegidas por voto popular y directo. También se estableció la jurisdicción ordinaria y la jurisdicción indígena. Esos, entre otros cambios.

Lo que ha pasado desde entonces es que muchos de los principios y postulados de la Constitución se han vulnerado o no han terminado de cumplirse.

La Autonomía delega competencias al Gobierno central y a los subnacionales; muchas de las cuales fueron cuestionadas porque devolvían al mando nacional lo que las regiones habían conquistado; pero esta situación se agrava cuando es evidente que el Gobierno central dispone que los recursos de gobernaciones y alcaldías sean destinados a tareas definidas por el centralismo y cuando hay ministerios que hacen obras que deberían estar en manos de los mandos locales y departamentales.

Por otro lado, es evidente y reconocido por oficialistas y opositores que la elección de magistrados del Poder Judicial ha sido un fracaso, pese al cual los comicios se han seguido realizando, hundiendo más las aspiraciones de justicia de los bolivianos.

Una muestra muy evidente de que la Carta Magna no ha sido respetada tiene que ver con el artículo 168, el que establece que las autoridades solo pueden ser reelectas por una vez, después de que el guardián de la Constitución, el Tribunal Constitucional, permitió que este postulado sea pasado por alto y que se privilegie otro que concede un dudoso “derecho humano” al presidente y al vicepresidente para que vuelvan a ser candidatos, esta vez de manera indefinida.

El otro sesgo doloroso y lamentable es que se vulnere el principio de Democracia directa, cuando se ha dado luz verde en el Tribunal Constitucional a ignorar el voto soberano de los bolivianos, que rechazaron modificar la Carta Magna para permitir una nueva reelección presidencial.

En suma, los diez años de la Constitución son más una oportunidad para reflexionar y reencaminar que para celebrar la creación de un nuevo Estado que, hasta aquí, no ha sido fiel a su principal norma.

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