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8 de febrero de 2019, 4:00 AM
8 de febrero de 2019, 4:00 AM

Quiero recordar las palabras de Leopoldo Fernández, que vive en carne propia la falta de democracia y justicia. Ellas fueron expresadas en una carta entregada a la Alta Comisionada de DDHH el 11-11-10: “Se ha instaurado en Bolivia la peor clase de dictadura, aquella que impera bajo el disfraz de estructuras constitucionales y jurídicas figurativas, pero no efectivas.

Bolivia es el país de lo aparente. Un país donde la democracia, la justicia, los derechos humanos y la transparencia son una pantalla, realidades virtuales, espejismos carentes de existencia objetiva”.

Estas expresiones son hoy más reales que nunca. Bolivia es una dictadura con careta democrática solo para mostrar al mundo lo políticamente correcto. La franquicia del socialismo del siglo XXI del Foro de San Pablo, basada en la ‘exitosa’ experiencia cubana de subyugar a su pueblo, así lo prescribe. Los cuatro órganos del Estado, la policía, el ejército y una gran parte de los medios de comunicación son instituciones secuestradas por el régimen, títeres del líder supremo. El pueblo se encuentra amarrado de pies y manos, sin ninguna posibilidad legal de defenderse.

El Órgano Legislativo es una simple caja de resonancia, la mayoría de las leyes vienen enlatadas, incluso hay parlamentarios analfabetos. El Órgano Judicial solo sirve para validar las acciones del gobierno y atacar a sus adversarios políticos “usando todo el peso de la ley”. El Órgano Electoral tiene por finalidad avalar la ilegal candidatura del binomio vetado por el pueblo el 21-F, así como prestarle todas las salvaguardas que necesiten en el camino.

La policía ha mostrado su apoyo explícito al proceso de cambio por boca del anterior comandante nacional Faustino Mendoza (Los Tiempos 06-11-18). El Ejército, institución tutelar de la patria, no dice ni pio por la falta de respeto a la voluntad popular del 21-F y la violación del artículo 168 de la CPE, y para acabarla de amolar se pone poncho rojo.

Los medios de comunicación, con unas pocas honrosas excepciones, son también instituciones secuestradas en mayor o menor grado, usando la técnica el palo y la zanahoria.

Esta es la Bolivia real. La Bolivia aparente pertenece al reino de la fantasía pluricocalera y su democracia de pliqui.

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