Opinión

Jugando con fuego

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18 de febrero de 2018, 7:18 AM
18 de febrero de 2018, 7:18 AM

Doce personas muertas y más de 60 heridos a causa de dos explosiones en Oruro en menos de 72 horas deberían bastar para suspender no apenas el jolgorio de Carnaval y las challas oficiales, sino también dos prácticas cada vez más comunes en el país: la de pasar del espanto al olvido en cuestión de horas y la de consentir y alimentar especulaciones cuyo propósito no es otro que la de burlar la búsqueda de la verdad de los hechos. En el primer caso, espanta sobre todo la reacción de los propios orureños carnavaleros que resistieron la orden municipal de suspender las festividades del cierre de las carnestolendas en esa capital, en señal de luto; y en el segundo, la burda manipulación de voceros oficialistas.

Lo ocurrido en Oruro el sábado y martes pasados es gravísimo. De hecho, fue confirmado por el Gobierno y la Policía que, al menos la explosión registrada el martes fue provocada, no fue accidental. Más de tres kilos de dinamita potenciada con ANFO fue utilizada en ese acto que no es otra cosa que terrorismo, aunque aún no sea posible identificarlo como de Estado o antisistema. Remarco esto último, porque a nivel mundial es conocido el uso del ANFO por grupos terroristas antisistemas o afines a determinados regímenes autoritarios. Esa mezcla de nitrato de amonio y un derivado del petróleo ha sido utilizado desde 1970 por el IRA, ETA, Sendero Luminoso, AlQaeda, los talibanes y otros. 
 

Google tiene un listado enorme de hechos relacionados al uso del ANFO para aterrorizar a poblaciones civiles de todas partes del mundo. Peor aun, “recetas” prácticas y tutoriales para preparar el explosivo. Lo han utilizado hasta estudiantes, como en el primer caso del que hay registro, ocurrido en la Universidad de Winsconsin, Madison, en Estados Unidos. O sea, hay motivos más que suficientes para preocuparse por el hallazgo de ANFO en la segunda explosión en Oruro. Más aun si el Gobierno anticipa que hay relación entre esta y la primera explosión del sábado anterior. Una versión dada el miércoles y que va contra corriente de los informes policiales que aseguraban hasta el martes es que la explosión del primer día de Carnaval en Oruro fue provocada por una garrafa de gas, expuesta en la vía.

Llaman también la atención esos primeros reportes de la Policía, ratificados incluso luego de la segunda explosión. Partieron de declaraciones hechas tras el estallido que provocó ocho muertes y más de 30 heridos, basadas aparentemente en testimonios recogidos en el lugar, pero sin el respaldo de un análisis de los expertos en explosivos. Ese mismo día, un guardia del lugar contradijo la versión policíal y aseguró que el tipo de explosión y los daños causados no correspondían a los provocados por una garrafa de gas. La Policía también dijo luego que no había conexión entre la primera y la segunda explosión. ¿Faltó comunicación entre jefes policiales y el ministro de Gobierno? Las contradicciones entre ambas instituciones causaron otra explosión: la de rumores absurdos en redes sociales.

Rumores, hay que remarcar, salidos no apenas de miles de voces anónimas, sino también de la mano de voceros oficialistas. Uno de ellos llegó a sostener no solo que se trataría de actos terroristas, sino también que serían de autoría de la “ultraderecha”, con el objetivo de desestabilizar al Gobierno que preside Morales, por la vía de mostrarlo como “incapaz de garantizar la estabilidad política y de la ciudadanía”. Estas afirmaciones fueron hechas a pocos minutos de la segunda explosión en Oruro, cuando aún no se conocían informes oficiales. No faltaron los contraataques de algunos opositores al Gobierno, con dichos tan desafortunados como el primero. Unos y otros irresponsables, enrareciendo aun más uno de los momentos más tensos en lo que va del año y que no contribuyen para dar con la verdad tras las dos explosiones.

Reitero, todo esto es muy grave. Estamos hablando de hechos provocados con la abierta intención de matar a ciudadanos inocentes y sembrar terror en la población. No hay que ser un gran iluminado para deducir que el terror paraliza y para concluir por lo tanto que tras actos terroristas de esta naturaleza está la apuesta de sus autores en doblegar por el miedo a la gente, evitando que se manifiesta libremente en pro o contra de determinados asuntos públicos que tienen que ver con la administración del Estado y las libertades ciudadanas. 

Quienes están detrás de esas atrocidades, aún no han sido descubiertos. Para llegar a ellos no basta esperar la actuación de Policía y Gobierno: hay que estar atentos y bien informados, y no dormidos ni atemorizados.

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