Opinión

Indígenas amazónicos, en peligro

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13 de septiembre de 2019, 4:00 AM
13 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Más de 500 pueblos indígenas tienen a la Amazonia como su hogar desde tiempos inmemoriales. Allí convivieron con la naturaleza, en armonía, durante siglos tan remotos que no es posible recordar sus primeros rastros.

Hoy ese paso está en riesgo, fundamentalmente, por la irrupción depredadora de los Estados modernos y de un modelo económico extractivista que solo apunta a la explotación de recursos naturales para exportarlos a los mercados de consumo de los países del denominado primer mundo.

La devastación por efecto de los incendios de millones de hectáreas en Brasil, Bolivia y Paraguay no es más que el resultado de políticas que solo buscan el rédito comercial inmediato sin tener en cuenta la sostenibilidad del medioambiente, la lucha contra el cambio climático y, sobre todo, de la vida de miles de indígenas que hoy ven azorados cómo se destruye el hábitat donde han desarrollado sus culturas, sus organizaciones y su desarrollo durante miles de años.

No por nada, la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) acusó directamente a los presidentes Jair Bolsonaro y Evo Morales de cometer un genocidio ambiental por sus directrices en favor de productores agropecuarios y colonizadores sin pensar en las consecuencias ambientales y humanas para una región considerada pulmón verde del planeta por sus ingentes recursos forestales y acuíferos. Según la organización, 506 pueblos indígenas están en peligro de extinción gracias a este proceso depredador que no solo se da en Brasil y Bolivia, sino que se repite de igual forma en Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Paraguay, Guyana, Guayana Francesa y Surinam.

Bien alerta la religiosa Blanca Sanz, de Cáritas Pastoral Social, respecto del pueblo chiquitano. La naturaleza es parte de su cultura y de su estilo de vida. Cuando el fuego arrasa con los árboles y malezas, también lo está haciendo con esos valores fundamentales para la supervivencia de un pueblo que tiene derecho a existir y vivir como lo han hecho desde las profundidades del tiempo.

Es un error enorme si llevamos esta demanda al plano de la mezquindad política, los discursos de odio y la confrontación. El fuego de la Chiquitania ha resultado un punto de inflexión para el tipo de Estado que queremos para nuestra Bolivia.

Hay que reconocer que, pese a los avances, hemos fallado en la concepción de fondo sobre nuestra relación con la naturaleza y con sus primeros habitantes. Las actuales autoridades se llenaron la boca de discursos indigenistas, pero en la práctica se fueron contra los intereses de los originarios.

Como la crisis del Tipnis por una carretera a través de un territorio indígena y una reserva forestal, hoy el incendio de la Chiquitania nos vuelve a interpelar sobre cómo estamos manejando los recursos naturales y el territorio en función del bienestar de todos los habitantes, no solo de algunos poderosos intereses sectoriales.

Ojalá no actualicemos las deudas y los atropellos que un día generó la colonización europea para cientos de pueblos originarios que fueron literalmente exterminados. Apuntemos a una modernización y una integración en la globalización, sin duda necesaria e ineludible, pero con equilibrios ambientales, sociales y culturales que no nos lleven a repetir los mismos errores de siglos anteriores.

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