Opinión

Incapacidad de la OEA y del sistema interamericano

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16 de diciembre de 2018, 4:00 AM
16 de diciembre de 2018, 4:00 AM

La Organización de Estados Americanos (OEA) se jacta de ser el organismo internacional más antiguo. Fue creada el año 1948 en Bogotá y su origen deriva de la Primera Conferencia Interamericana celebrada en Washington (1889).

Pero desde hace tiempo los caminos de la OEA no son los mejores. Es más, el apelativo de “cadáver insepulto” que en su momento le endilgó Fidel Castro tiene bastante de veracidad.

La OEA se ha convertido en un organismo burocrático ineficiente. Con esa clásica verborrea que le ha dado justificada mala fama a nuestra América Latina, se regodea con frases pomposas y documentos que mayormente no sirven ni se ponen en práctica. Los entes derivados de la OEA -en particular el llamado “sistema interamericano” que presuntamente protege los Derechos Humanos- son otros centros de ineficiencia llenos también de pompa y con un mínimo de efectividad concreta.

Se necesitan muchos millones de dólares para la mantención de la OEA y órganos complementarios. Estados Unidos es su principal aportador; de buena fe o por no informarse debidamente, está visto que malgasta dinero de sus contribuyentes en esas entidades cuyo funcionamiento deja mucho que desear. Y si como muestra basta un botón, baste el referirnos al ahora publicitado tema del “derecho humano” a ser reelecto indefinidamente que se ha derivado en forma perversa del artículo 23 de la Convención Interamericana de DDHH o Pacto de San José de Costa Rica.

La ambigua redacción del artículo 23 se ha prestado a que se lo manipule ya desde el año 2003, cuando el ex presidente costarricense Óscar Arias apeló a su “derecho humano” de ser reelecto, pese a que la Constitución de su país lo prohibía. Finalmente Arias consiguió su fallo y se sentó una jurisprudencia negativa que ha venido repitiéndose desde entonces cada vez que algún líder de la región -engolosinado con el poder- ha querido volver a ser candidato superando las limitaciones legales de su lugar de origen. Los últimos casos relevantes (prácticamente idénticos, el segundo fue casi copiado del primero) son los de Honduras en 2015 y el de Bolivia en 2017. Nuevamente se puso en el tapete el artículo 23 y el tal “derecho humano”, para conseguir que tribunales internos complacientes aprueben la reelección indefinida, vulnerando inclusive -en el caso bolivianola voluntad soberana expresada en el referendo del 21 de febrero de 2016.

Convocado por el propio Gobierno de Evo Morales, el proceso le salió “corneta” ante el rechazo (por casi 140.000 votos en contra) de la propuesta reelectoral. Y no hubo “empate técnico”, como aún repite sin pudor el vicepresidente Álvaro García. Fue una derrota total e inesperada. En este largo lapso -desde 2003 hasta 2018- hubo margen de sobra para que el sistema interamericano se exprese explícitamente y aclare las cosas. Nunca hizo nada con respecto al controvertido artículo 23 de la Convención.

Este reza textualmente: Artículo 23. Derechos Políticos 1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes derechos y oportunidades: a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos; b) de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores, y c) de tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de su país.

2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se refiere el inciso anterior, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso penal. Mal que mal, algo intentó hacer en este campo la mediocre OEA.

Su camaleónico secretario general, el uruguayo Luis Almagro Lemes, manifestó explícitamente en abril pasado que el artículo 23 y la reelección no eran un “derecho humano”, pero hasta ahí llegó la cosa. Reitero: quien debería desmentir en forma oportuna y contundente es la Corte Interamericana de Derechos Humanos que nunca dijo ni “mu”.

Por otro lado, la Comisión de DDHH parece que lo único que hace es viajar y organizar inútiles reuniones, como la que pude observar el pasado 5 de diciembre, cuando dos reconocidas organizaciones privadas de DDHH presentaron el caso boliviano, que lamentablemente quedó inconcluso, pues la Comisión no expresó juicios de valor al respecto del controvertido artículo 23. Hasta hace unos meses Almagro parecía que podía ser el hombre capaz de superar estas anomalías, pero he aquí que cambió de un momento a otro, algo muy extraño que solamente se puede explicar por debilidad, duplicidad, o tal vez alguna rareza (tipo esqueleto descubierto en el clóset por sus contrarios) sobre la cual prefiero no especular.

Cuesta creer que quien pocos me ses atrás defendía la democracia y acusó al actual Gobierno boliviano de pretender desconocer el voto popular, gire 180 grados y sostenga luego una acaramelada reunión con Evo Morales, a quien además elogió profusamente. Ahora las relaciones de Almagro con Morales y su administración son de un confite ¿Qué pasó? Es otro misterio, pero los hechos sí revelaron el escaso valor civil del secretario de la OEA y su doble faz. Más adelante presentaré otro ejemplo de su débil moral. Espero que Almagro no sea reelecto en el cargo; de ninguna manera se lo merece. La OEA reúne a los 35 Estados independientes de las Américas. Sus pilares son democracia, derechos humanos, seguridad y desarrollo.

La misión de la Secretaría General se centra en “contribuir al fortalecimiento y sostenimiento de la democracia”. Es más, un señor llamado Francisco Guerrero Aguirre ocupa el cargo de secretario para el Fortalecimiento de la Democracia en la OEA y afirma “concentrar sus acciones en contribuir al sostenimiento democrático...por medio de funciones que mejoren la legitimidad institucional en los procesos políticos” ¿Qué tal? Yo jamás supe de este personaje ¿Algún lector lo conoce? Un evento de las Naciones Unidas del pasado mes de octubre, liderado por EEUU para llamar la atención sobre la penosa situación de los presos políticos en Cuba, fue boicoteado por diplomáticos de La Habana que gritaron y golpearon mesas en una exhibición verdaderamente vergonzosa. La reunión fue dirigida por la representante estadounidense ante el Consejo Económico y Social, Kelley Currie.

A los pocos minutos de su discurso de apertura, los delegados castristas comenzaron su violento accionar, incluido entre ellos el delegado de Bolivia ante la ONU, Sacha Llorenti. Currie no se arredró y continuó en forma valiente con sus comentarios. A su lado estaba muy “pancho” Luis Almagro, quien no movió un dedo para parar el escándalo ni pronunció una sola palabra de apoyo en favor de la solitaria embajadora, acorralada por la falta de respeto de los cubanos y del representante boliviano. Si ese es el calibre de Almagro, Dios nos libre de tenerlo de nuestro lado en lides más conflictivas.

Ha sido incapaz de defender a una dama en apuros que, sola y con coraje, al final pudo imponerse sin ayuda del temeroso secretario... Esa es la OEA, este es el sistema interamericano, que no se engañe nadie de buena fe. Con mínimas excepciones, sus funcionarios no sirven para nada. Hay que cambiarlo todo y echarlos a casi todos. Urge una reformulación a fondo de las instituciones hemisféricas para salir de esta mediocridad y librarnos de su alarmante doble faz.

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