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22 de febrero de 2019, 4:00 AM
22 de febrero de 2019, 4:00 AM

Una ola de antisemitismo recorre Europa, principalmente entre Alemania y Francia. Buen motivo para que el gobierno israelí se escude bajo ese pretexto para seguir cometiendo diariamente delitos de lesa humanidad contra el pueblo palestino.

Hay pocos titulares sobre ese régimen perverso que día a día cerca más con hambre y con innumerables humillaciones a los habitantes de Gaza y de Cisjordania, como lo hace desde 1948 cuando expulsó de sus territorios a los antiguos pobladores de lo que hoy es Israel y sus nuevas y crecientes ocupaciones.

Sin embargo, hay que insistir una y otra vez para que el mundo no olvide que el muro más grande y malvado es el que Tel Aviv mantiene contra miles de hombres, mujeres y niños inocentes a quienes no les deja la opción de vivir en libertad.

Cada año las noticias nos asombran: 50 palestinos muertos, mil palestinos heridos, niños palestinos baleados, adolescentes atacados. Las excusas son las mismas, la amenaza terrorista, los combatientes de Hamas, ataques con piedras, la herida a un oficial.

En primer lugar, hay que recordar siempre el origen del conflicto y comprender quiénes son las víctimas y cómo las responsabilidades se reparten entre muchos, pero no fueron los palestinos los autores de los hornos de gas ni de los pogroms.

En segundo lugar, el terrorismo estará latente entre cientos de jóvenes, hombres y mujeres, mientras el régimen israelí no les dejé ninguna posibilidad de futuro, de esperanza. Son pocos los judíos, generalmente intelectuales y artistas, los que admiten que el Estado palestino debe desarrollarse sin tantas presiones y espantos.

Algunos periódicos europeos, pocas radios públicas y casi ninguna agencia de noticias ni canales de televisión se atreven a informar sobre la realidad cotidiana que viven los palestinos. Salvo cuando hay un estallido sangriento, no conocemos de cerca lo que es vivir encerrado en un gran campo de concentración, en una inmensa cárcel, donde no es posible cruzar al otro lado sin hacer largas filas, sin sufrir diarias humillaciones.

Otras guerras terribles de estos años, sobre todo la disputa geopolítica en Siria, han pasado a segundo plano el drama que viven quienes nacen en Belén o en cualquier otra población bíblica del lado palestino.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca empeoró la situación de estos millones de eternos peregrinos, de eternos migrantes que viven en carpas y en condiciones mínimas de salubridad. Hay entre ellos muchos héroes que se empeñan en recibir a los recién nacidos superando las dificultades y otros que crean escuelas y lugares de juego para que en algún momento sean seres dueños de su propio destino.

Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, anuncia permanentemente su satisfacción por los reconocimientos a Jerusalén como capital, mientras avanzan las colonias judías en ancestrales territorios árabes.

Solamente la valentía de periodistas permite conocer que los palestinos son asesinados a fuego lento, cortándoles la luz a dos horas diarias, con míseras raciones de agua, desempleados. Casi dos millones de palestinos en un territorio similar a El Alto disputan pedazos de pan.

El mundo no puede olvidarnos, nosotros no vamos a olvidarlos.

 

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