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10 de mayo de 2019, 4:00 AM
10 de mayo de 2019, 4:00 AM

La mayoría de las familias tiene el permanente problema de cómo definir sus prioridades cuando se trata de programar sus gastos de mantenimiento mensual. Los gastos que generan calidad de vida y de realización personal -como salir con los amigos, viajar y disfrutar de cosas simplesse acostumbra a dejar para después, ya que, por la lógica humana, primero se debe gastar en las cosas esenciales como vivienda, educación, alimentación y vestimenta. Y es en nuestra sociedad muy común que los jefes de familia compren y o gasten por impulso, defecto que perjudica totalmente la planificación financiera familiar.

Antes de explicar por qué sucede esto, basta mirar algunos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que muestran que casi el 60% de los consumidores de nuestro país realizan sus compras por impulso, lo que deriva en el endeudamiento de casi un tercio de la Población Económicamente Activa (PEA).

Cuando los padres de familia no saben priorizar su presupuesto mensual y son engatusados por la frivolidad, terminan adoptando un estilo de vida donde los gastos esenciales son sustituidos por gastos que dejan más recompensa y el mejor ejemplo de esto es la cantidad de teléfonos inteligentes que hoy están en manos de una población que tiene ingresos de un salario mínimo nacional.

¿Cómo no? Para esa población, significa mayor recompensa tener un afamado modelo de teléfono inteligente, que pagar la mensualidad de la escuela o del instituto de formación media. Cuando no se sabe priorizar, es común ver a las personas endeudarse para comprar un auto o una casa que no pueden pagar. Gastan en ropa y zapatos que no van a saber usar y hay algunos que hasta compran libros que nunca van a leer. Y existe un motivo para este fenómeno: consumir es un acto de placer.

Y ojo, no solo nos estamos refiriendo a aquellas familias de escasos recursos, sino a todas las personas de la sociedad que se dejan llevar por la publicidad, la moda y por sus instintos animales. Gran parte de esta población hace una compra para quebrar la rutina y sentirse feliz. Es una forma de recompensa por las ansiedades y frustraciones del día a día.

Una válvula de escape para compensar la falta de placeres cotidianos. Por causa de este fenómeno acabamos dejando de lado el consumo de aquello que realmente lleva riqueza a nuestras vidas. Quien compra por impulso desperdicia su dinero al mismo tiempo que disminuye su poder de compra. Esto tiene mucho que ver con la falta de objetivos claros. Pensemos, por ejemplo, si una familia planea hacer estudiar a sus hijos en una universidad privada, a fin de mejorar su situación sociocultural, comprar por impulso e irse a un centro comercial y salir con cinco pares de zapatos sería un desatino y una tremenda irresponsabilidad. Disfrute de las pequeñas cosas de la vida, de los momentos de alegría con amigos y familia y corte de raíz su frivolidad en gastos innecesarios. Esta actitud nos va a ayudar a reducir las compras por impulso y va a mejorar su calidad de vida.

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