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Fue en el Día de los Inocentes

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1 de enero de 2018, 10:57 AM
1 de enero de 2018, 10:57 AM

Es de noche. Acaba de producirse un grave accidente cerca del Hospital Japonés en Santa Cruz. Hay varios heridos, entre ellos una alta autoridad nacional. Llaman a una ambulancia. De las pocas que existen para una ciudad de casi dos millones de habitantes, todas ellas están ocupadas mientras que otras no tienen combustible, equipos ni tampoco personal de apoyo. En la desesperación, vehículos privados llevan a los más graves. Dos de ellos apenas respiran y sus labios se ven oscuros. 


La emergencia del nosocomio también es una tragedia dantesca. Se observan pacientes graves por doquier, en la sala de reanimación y en los pasillos. En algunas camas reposan hasta dos niños juntos. No abastecen los respiradores y también faltan médicos, enfermeras y auxiliares. Cada cuatro a seis horas los residentes e internos se turnan para suministrar oxígeno de manera manual a otros dos. Algunos familiares claman porque no tienen dinero para medicamentos. No hay forma de ayudar a los que recién llegaron. Apenas hay sueros para mantener una vía. 


¿Se aplicará el art. 205 a los médicos de guardia por negligencia o al importante servidor público por no otorgar recursos suficientes al sector salud, y que solamente vino a Santa Cruz a reprimir a los profesionales de mandiles blancos? 


Algún desinformado acusa a los médicos por las posibles muertes de enfermos debido a la huelga que mantienen. En vez de criticar desde un escritorio o exhibirse en entrevistas, autoridades y los mismos periodistas deberían visitar a los centros hospitalarios y constatar que los fallecimientos, que no son pocos al día, son por falta de infraestructura, ítems, equipamiento, medicamentos, etc.  


Mientras tanto, en el subconsciente de dicha autoridad que languidece debe haber arrepentimiento y compunción por firmar tantos decretos para financiar aviones de lujo, un palacio digno de un Luis XIV de Francia (“el Estado soy yo”), aeropuerto internacional donde no llegan aviones, o alfombras persas para los ministerios. No hay tiempo para trasladarlo al exterior como muchos de sus otros colegas. Mientras tanto los latidos de su corazón van apagándose y su pulso se hace cada vez más débil. Qué ironía. Tantos millones tirados en proyectos baladís a cambio de ítems y un buen sistema de salud, que podrían salvar tantas vidas de gente humilde.


Esta historia que es de ficción, tiene de trasfondo la cruda realidad en un país llamado Bolivia y que un día prometieron que sería como Suiza. ¡Fue en el día de los inocentes!

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