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9 de diciembre de 2018, 4:00 AM
9 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Nuevamente se está hablando de federalismo y es necesario analizar el contexto en que se da la propuesta; entre varias definiciones, es un sistema de gobierno que trata de una coalición de estados federales donde cada cual tiene libertad de realizar sus propias leyes, elegir a sus autoridades, administrarse como si fuesen un Estado, pero están regidos por una Constitución nacional y acatan las decisiones del Gobierno Central en las atribuciones que este posea.

En Santa Cruz de 1876 surge el Gobierno Federalista de Andrés Ibáñez, que fue vencido por tropas militares enviadas por el presidente Hilarión Daza, fusilado el 1 de mayo de 1877. El diputado Ovidio Barbery Justiniano logró que se cambie el nombre de la provincia cruceña Cercado por Andrés Ibáñez (1944). Entre 1898-1899 hubo la guerra civil, llamada ‘federal’, entre centralistas (Sucre) y federalistas (La Paz), que concluyó con la derrota de los primeros y el traslado de los órganos Legislativo y Ejecutivo a la actual sede de Gobierno. La Convención Nacional que se reunió para efectivar el federalismo terminó avalando y fortaleciendo el modelo unitarista centralista, en clara evidencia de que lo que se vio en dicha época y entre las peticiones de autonomía a principios del siglo XXI: mientras se está en la oposición, piden federalismo y autonomía, pero encontrándose en el ejercicio mismo del poder, para qué cederlo.

En la década de 1980, Carlos Valverde Barbery impulsa el modelo federal con la publicación de Hablemos de Federalismo (Santa Cruz, 1983) y la creación del Movimiento Federalista Democrático (MFD); participa de las elecciones municipales 1987, obtiene 11.681 votos y un concejal. MFD tuvo un promedio de 40 votos por ánfora hasta el segundo anillo y cinco fuera del cuarto anillo, lo que evidenció falta de información y comprensión en las zonas populares; asimismo, el partido no tuvo trascendencia fuera de Santa Cruz de la Sierra, debido a que se tiende a considerar al modelo federal como “separatista”, discurso que hasta la actualidad emplean sus contestatarios.

He ahí el principal problema: Bolivia es un país cuyos habitantes, generalizando, no aceptan innovaciones que alteren el orden comúnmente conocido; desde el nacimiento de la República nos acostumbramos al sistema unitario centralista y que, salvo avances notables, como la participación popular o descentralización administrativa, las potestades de decisión no se llevaron a las regiones.

El actual proceso autonómico, que está en etapa de construcción, tiene serias dificultades producto de que no es entendido por sectores de la población y el mismo no debería ser reducido a la simple elección de gobernador y asamblea departamental. Sobre el federalismo, requiere difusión profunda y mostrar cómo llegarían sus beneficios a las personas, y no hay que referirse únicamente a las capitales, sino al área rural. De hecho, la concienciación de la federalización no tendría que llevarse únicamente en tiempos electorales debido a la coyuntura política, sino como ideología.

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