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11 de agosto de 2018, 4:00 AM
11 de agosto de 2018, 4:00 AM

Tras más de 40 años de gobiernos militares en El Salvador, en los 70 afloraron varios grupos de izquierda en ese país. Se formaron así dos bandos, reflejo de la Guerra Fría. El primero, los gobiernos militares y sus aliados de derecha, apoyados por EEUU; el segundo, los partidos de izquierda y grupos armados que mantenían una relación de cooperación con la URSS.

Es en ese ambiente donde estalla, en los 80, la sangrienta guerra civil de El Salvador, durante la que se calcula que hubo 75.000 muertos y desaparecidos, miles de familias destruidas y un número incontable de niños huérfanos. Tratando de escapar de la violencia y la extrema pobreza, muchos de esos niños emprendieron camino a EEUU. Los nuevos inmigrantes salvadoreños, unos en estado de refugiados y otros sin documentos, se instalaron principalmente en los barrios pobres de Los Ángeles, California. Fueron recibidos por otro estilo de violencia, la ferocidad de las pandillas.

En una forma de autoprotección, estos adolescentes crearon camarillas que con el tiempo se convirtieron en pandillas, una de estas adquirió importancia nacional por su rápido crecimiento e implacable violencia, la llamada Mara o Mara Salvatrucha (MS-13). Los miembros de la temida pandilla se dispersaron a varias ciudades de EEUU, reclutando miles de nuevos miembros.

Sin embargo, cuando la creciente violencia de estos grupos puso a Los Ángeles como una de las ciudades con mayor índice de asesinatos en el mundo, el Gobierno de Bill Clinton aprobó, en 1996, la Reforma de Inmigración Ilegal y el Acta de Responsabilidad del Inmigrante. Con esa medida se autorizó la deportación de miles de miembros de la mara.

Es así que una horda de jóvenes llegó a El Salvador, un país roto por la reciente guerra civil, sin instituciones sólidas y con una recién fundada Policía Nacional Civil (organismo sin la experiencia para lidiar con esa responsabilidad). Como una bola de nieve, la mara Salvatrucha se extendió por cada rincón de El Salvador y de los países vecinos, no como una simple pandilla de adolescentes, sino como una asociación criminal de extorsión y con una estructura de liderazgos muy definida. Hoy, la tasa de homicidios en El Salvador es una de las más altas del mundo. En la sombra de estos números está la mara, la megapandilla a la que todos temen y que hoy controla regiones enteras del país. Sus miembros fuerzan a niños desde los 6 y 7 años de edad a ser parte de su ejército y a mujeres jóvenes a iniciarse como sus ‘novias’; las familias que se oponen a esto enfrentan graves castigos e incluso la muerte.

Escapando de la mara, muchos prefieren dejarlo todo y emprender camino hacia un futuro incierto. La mayoría elige ir especialmente a EEUU. La travesía les costará a muchos la vida, los sobrevivientes se enfrentarán a traficantes de drogas y de personas. Los que lleguen a la frontera estadounidense y sean detenidos, tendrán que lidiar con otra batalla: la política migratoria del presidente Donald Trump.

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