Opinión

¿Es legal abortar la transparencia?

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13 de septiembre de 2018, 4:00 AM
13 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Cuando Evo Morales empezó su gestión, creó un Ministerio de Transparencia. Juró que el manejo económico sería más limpio que nunca. Repitió mil veces que desaparecían los famosos gastos reservados porque permitían esconder malos manejos. El nuevo gobierno no tendría nada reservado. El pueblo sería testigo permanente de una flamante y pulcra corrección.

¿Recuerda usted cuánto tiempo duró la transparencia? Muy poco. No vivió lo suficiente para que la notáramos. Quizás no llegó a nacer. Momento simbólico fue uno de los devaneos delincuenciales del gobierno. Vimos al presidente sufrir días porque no quería optar por la honradez. Santos Ramírez, presidente de YPFB, iba no sé si a pagar o a cobrar a un empresario la coima oficial de un oscuro contrato. Hecha la transacción, mataron al empresario y le robaron cerca de medio millón de dólares. El tema y la trama son complejos, pero lo significativo fue lo que costó al gobierno decidirse por la limpieza. Pasaron 24 horas y pasaron 48, y seguían buscando cómo dorar la perdiz a la población. Solo destituyeron a regañadientes al jefe de Yacimientos cuando no les quedó otra salida.

Este y otros eventos hicieron que nos diéramos cuenta de que el novedoso Ministerio de Transparencia no era más que pantalla, careta, gesto publicitario. Nunca veló por la transparencia oficial y se fue convirtiendo en una especie de contraloría para espiar a los privados. Se convirtió en una barata buscadora de tropiezos de personas e instituciones que no eran serviles del MAS.

Los anteriores gastos reservados sí desaparecieron, pero paulatinamente todos los gastos se fueron convirtiendo en reservados. Por un lado, se ha hecho norma que todos los contratos relacionados con Presidencia escapan de la ley universal de la transparencia. No hay licitaciones, ni concursos ni competencias. Todos son invitaciones directas, oscuras y carísimas. Por otro, el presidente se reserva la tajada del león del presupuesto y decide a su arbitrio. Al inicio, la disculpa era que se trataba de dinero regalado por Venezuela a la persona del presidente. Por eso se saltaban todos los controles y se pisaban atribuciones de otras instancias. Era aquello de que a caballo regalado no se le ponen condiciones. Ahora no. Hace tiempo que el presidente maneja dinero nacional, pero con la misma arbitrariedad. No son los únicos, pero sí son gastos absolutamente reservados.

El presidente, con toda la pompa publicitaria, hace infinidad de obras que corresponden a los municipios y a las gobernaciones. Pero no quedan fondos para lo absolutamente necesario. Se construyen grandes estadios deportivos donde no hay población, pero no hay personal ni equipamiento para los hospitales. No hay dinero ni voluntad para hacer la auténtica revolución educativa que necesita el país. No hay presupuesto para impulsar la producción agrícola. No hay con qué tapar los baches de las carreteras. No hay jueces. El dinero lo necesita el presidente o lo necesitan sus allegados para construirle a él una clínica de lujo, para hacerle propaganda millonaria, para darle gustos extravagantes.

El alcalde cruceño compró un dron en la Ramada y facturó millones. Como es amigo, para qué la transparencia. El gobernador tarijeño del MAS malgastó billones cada año, lo mismo que Santa Cruz había recibido de regalías durante toda su historia. Es amigo, como la interminable lista de Patanas y compañía, ¿qué importa? Al alcalde opositor de Cochabamba lo espulgan entero por algunos miles que nadie sabe todavía si no se usaron bien. En ningún momento buscan la honrada transparencia. Lo realmente importante para nuestros gobernantes es la angurria de poder y la venganza.

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