El Deber logo
8 de noviembre de 2018, 4:00 AM
8 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Lunes 22 de octubre, frente a la presión de los ‘afines’ al Movimiento Al Socialismo (MAS), renuncia la presidenta del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia, Katia Uriona, representante de los ‘institucionalistas’ que pretendían resguardar esa condición, en una de las instancias más importantes para garantizar el futuro democrático en nuestro país.

Domingo 28 de octubre, el candidato ultraderechista Jair Bolsonaro es elegido presidente de Brasil. Lo defienden ciudadanos que prefieren “a un presidente homofóbico o racista a uno que sea ladrón”, como expresó un elector. Y lo apoyan voces de la región, Bolivia incluida, solo por ser opositor a un partido socialista, a pesar de sus declaraciones y propuestas en contra de los derechos humanos, la equidad y la inclusión social.

Siete días, una sola semana para ilustrar los dos extremos del péndulo que caracteriza actualmente los contextos latinoamericanos.

Como si hubiéramos retrocedido al siglo XIX, cuando las posibilidades se limitaban a conservadores o liberales, que se acechaban mutuamente, o a la Edad Media, donde la diferencia se quemaba en la hoguera, hoy, políticos y ciudadanos se ven enfrentados entre dos polos consolidados en la región: una ‘izquierda’ desgastada, corrupta en más de un caso y con un ánimo antidemocrático para eternizarse en el poder y una derecha que condena las políticas positivas que pudo haber ofrecido la primera, con poca conciencia del bienestar social y con un alarmante espíritu conservador.

¿Qué hacer en este escenario de creciente polarización? ¿Cómo no clavarnos la espada que está frente a la pared?

Inicialmente, generar conciencia de este contexto, así como de la cuota de participación que se pueda tener al respecto. Ciudadanos cibernautas que insisten en insultarse y agredir al que piensa diferente, por ejemplo, o políticos que descomponen las instituciones que les permitieron llegar democráticamente al poder, con el fin de perpetuarse en este.

Sobre este último punto es preciso reflexionar, pues la democracia está siendo utilizada por ambos polos para justificarse. Sin embargo, insistiré –como en otras publicaciones– que la misma es “(1) un sistema político para elegir y reemplazar a los gobiernos, a través de elecciones libres y justas, que (2) implica la participación activa de los ciudadanos en la vida política y cívica, (3) significa la protección de los derechos humanos de todos y (4) es un marco legal, donde las leyes y procedimientos se aplican de igual manera a todos los ciudadanos”, como indica un documento de la Universidad de Standford (2004).

En consecuencia, aunque muchos destacan una declaración de Bolsonaro sobre su espíritu ‘democrático’, se olvidan de las ofensas y amenazas cometidas por él mismo a los derechos humanos, que constituyen un pilar fundamental de la democracia. Se debe trabajar holísticamente para preservarla.

Finalmente, considero que para incidir en este creciente contexto regional de polarización, es preciso refrescar las propuestas políticas. Las realidades no son las mismas que las previas al ‘socialismo del siglo XXI’. Tampoco pueden continuar inmersas en este ni pretender ‘renovarse’ con su némesis.

He aquí el principal reto de ciudadanos y políticos: ¿qué alternativas a los polos enfrentados somos capaces de construir?

 

Tags